La rama de cerezo ornamental
en su vaso de vidrio verde, pasa a llamarse Jaime
en cuanto traspone la puerta de mi casa.
Jaime me recuerda eso que se pierde
y se quiere celebrar brindando por la vida.
Aun desnuda, enjuta y nervuda,
nerviosa, la rama de cerezo exuda
esa cosa de perenne capullo
que evoca el manto real. Y de hecho es suyo.
El rey no está desnudo, tan sólo lo parece
por pura terquedad. Esa rama despojada
y flaca aloja todas sus flaquezas,
que le permiten alardes y generosidad.
Dará un capullo más, su forma de amistad,
hasta que la reemplace otra rama de cerezo ornamental,
con apariencia más joven y casi igual,
que pasa a llamarse Jaime en cuanto traspone
la puerta de mi casa, se zambulle en el vaso
de vidrio verde y me recuerda eso que se pierde.
"El paisaje interior" (2012), El arte de perder y otros poemas, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2015
(Fuente: Otra iglesia es imposible)
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