jueves, 21 de mayo de 2020

Cecilia Pérez (Río Negro, Argentina)



 I
Un germen de escritura. La etimología de la palabra extrañar.
La abeja que digiere las veces necesarias y da lo dulce, aquello que pudo arrancar de la amargura.
Perder el vientre no es poca cosa.
Un amante es cosa fácil, se come con él, se bebe. Lo difícil es el tiempo: 
alimentar el fuego como se alimenta de notas el in crescendo de una melodía improvisada.
Nos amábamos y ninguno se alarmaba de escucharse decir: te quiero comer.
Si no tuvieras la piel, te chuparía los huesos y las venas.
Bebería tu sangre.
No sé qué vamos a comer. No quiero cocinar para vos.
La etimología de la palabra extrañar: echar en falta algo
que formaba parte de nosotros.
No todo lo que comemos llega a formar parte. Mucho de ello sí.
De ahí el sentido de la evisceración.
Las reglas del buen gusto recomiendan
comer el animal eviscerado.



II



Una axioma desde donde escribir:
estamos a 181 kilómetros, uno
del otro.
La cábala dice equilibrio y renovación
pero yo sueño con un niño rubio y frágil
que no puede contener la orina y me pide
que lo ayude.
Leo tu mensaje de que te sentís muy solo
a veces
y  a una fotógrafa rusa que cambia 
la ciudad
por la absoluta soledad de un monte:
espera fotografiar la irisación de 
las nubes.
No estoy sola
unas cinco o seis moscas rondan 
sin pausa mi cabeza y realmente
quisiera que se vayan.



(Fuente: El poeta ocasional)

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