sábado, 23 de mayo de 2020

Gerardo Gambolini (Buenos Aires, 1955)




Walden


I. Dejo el bosque definitivamente
para volver a las construcciones humanas.
El silencio también
engendra peste.
II. La realidad se vuelve más sospechable y fragmentaria
cada invierno.
Ordeno palabras, pulcra, pasivamente.
La primera persona del plural
me parece por momentos un abuso.
III. Cada vez más
aspiro únicamente
a las buenas imitaciones.
Los verbos empiezan
a conjugarse en pasado.



Los visitantes de la noche


Nunca volví a saber
de Alain Cuny, o del actor que hacía el diablo,
o de la voz de Michele Arnaud.
Hace años,
hubo para ellos una leve inmortalidad.
Dónde está la cámara
que nos filma a nosotros
antes de que entremos para siempre en el silencio
habiendo callado tantas cosas.




Tokai


El gran terremoto de Tokai ocurre –decían– cada setenta años.
En 1911 destrozó Tokyo.
Yo estaba en Tokyo en 1981. Recuerdo las advertencias
en el lobby del hotel, en el Times, los baños, las escaleras,
los ascensores vertiginosos.
Por la ventana del cuarto, atemporal e impasible,
la imagen recortada del Palacio Imperial, copiándose a sí mismo.
(Siempre guardé papeles, folletos de tren, tarjetas postales, mapas,
cosas que leer o releer, entregado alguna vez al placer de la nostalgia,
con una ciega confianza en el futuro).
Por lo demás, caminé durante un mes
por calles de símbolos inescrutables
e intercambié reverencias hasta el cansancio,
separado de la realidad.
La insistencia de ese recuerdo –han pasado veinte años–
sólo responde a la simpleza de la metáfora:
un hombre en el mundo, sin entender los signos,
esperando un terremoto.




Libros
 

                                 A mi padre (1917-1977)


Tus libros, finalmente, empiezan a ser míos.
Hojeo al azar
páginas de Sarmiento, tu amado Chesterton,
la prosa de Boissier.
Miro las marcas
en los párrafos que elegías.
¿Por qué no hablamos casi nunca
de estas cosas?
¿Viste en mí
el mismo apuro que observo en ellas
por enfrentar el mundo?
¿Tuviste también la sensación
de una soledad que regresa?






Acantilados


                                           Oh Placer, hasta al gusano fue dado el éxtasis —Schiller

Sólo los faros en la sombra.
El pavimento mojado como una blusa.
Duermes aún? Duerme la blanca paz de los ciervos,
mi respuesta sería un vidrio.
Duermes aún carroña?
Sigue el concierto.
Se hunde la luna en el mar helado,
muerde los árboles el frío.
Debiera hacerme añicos en brazos de la armonía.
Vaciar el sentimiento
que nos pudre.

(De Faro Vacío, 1983)



(Fuente: Tuerto rey)
 

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