viernes, 22 de mayo de 2020

Alejandro Crotto (Buenos Aires, 1978)




El sermón de la hormiga

Amigos, Dios es raro.
Es tan grande que es mínimo.
Él se alegra en el vuelo de una libélula,
en los puntitos negros de los pétalos rojos,
en el quejido del pichón desplumado,
en la textura ciega de la larva en su boca.
Y va a los túneles temprano a despertar a las hormigas.
La llama a cada una por su nombre de hormiga.
Ellas salen entonces desde la tierra al alba,
a las gotas gigantes de rocío.
Y yo les aseguro
que ninguna catedral es más grande que esta hormiga.
Esta hormiga que ahora se acicala
en la palma desnuda de mi mano.
Porque las catedrales las construyen los hombres,
piedra a piedra;
pero a esta hormiga, Dios.
Ninguna catedral está más finamente trabajada:
Una estructura
fiera
y delicada
entretejida
con carbón
y azafrán;
la cabeza
maciza
toda
pulida
y cada
antena
es una
oscura
manera
de captar,
de ir
percibiendo
el mundo.
Abajo,
el ojo
un fijo
punto
santo:
negrísima
milésima
de vida
concentrada.
Gota absoluta.
Toda
su vida
está entregada.
Carga feliz
su pasto
como Cristo
su cruz.

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