sábado, 2 de mayo de 2020
Cees Nooteboom (La Haya, 1933)
Cebo
La poesía nunca puede hablar de mí,
ni yo de la poesía.
Yo estoy solo, el poema está solo,
y el resto es de los gusanos.
Me detuve en las calles donde viven las palabras,
libros, cartas, informes,
y esperé.
Siempre supe esperar.
Las palabras, con sus formas claras u oscuras,
me volvieron más oscuro o más claro.
Los poemas me alcanzaron
y se reconocieron como objetos.
Yo pude verlo y verme.
No tiene fin esta adicción.
Escuadrones de poemas están buscando sus poetas.
Vagan sin mando por el amplio
territorio de las palabras
y aguardan el cebo de su perfecta,
hermética, condensada, acabada
e irreductible
forma.
Figura
La flor del hibisco es flor de un día,
estrella de fugaz fuego que contradice
jardín y cielo, y el hombre dentro un cuerpo
que se defiende, como toda flor.
Lo que él no sabe: cuán cierto es todo esto.
¿Es real esta figura que en el último
brillo de las estrellas se sienta afuera,
no ve la flor, se abrasa
a la luz fría, y al alba temporal
recoge flores de un suelo negro
rehuyendo la violencia
de la luz del sol?
El ansia de duelo que se abre paso en él
recuerda a un amigo, una amistad
que pierde su medida
entre tanto quebranto.
¿Qué es lo que hay allí, un hombre o un poema?
El cartero con su camisa amarilla llega hasta la verja
en bicicleta, cuenta el mundo, entrega su carta
a un ser viviente, no sabe de duelo o alma.
Ve las flores rojas del suelo,
dice ‘va a hacer calor hoy’,
desaparece luego en la luz
y en este poema.
La luz por todas partes. Antología, Visor, Madrid, 2012
Trad. de Fernando García de la Banda
Envío de Jonio González
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