
CANCIÓN DE LA ALTA NOCHE
AMÉN
URNAS Y BRISAS
[Escrito poco antes de su muerte, 1964]

(Fuente: Alejandro Méndez Casariego)
Il nʼy a de paix quʼau-dessus des
serpents de la terre.
Max Jacob
Quisieras escribir al margen de combustiones
y escalofríos,
malezas que ametrallan
y testimonios del fracaso de toda magia,
remediando azogues roídos para que
del otro lado del espejo se llegue
a los jardines sin tormenta ni astucia,
donde el té circular y los amigos íntimos
lejanos.
Quisieras convertir los pantanos en manantiales de limpio
berro,
izar la historia,
red reptante donde tropiezas
y te cubres de presagios amoratados.
Pero sigues por arenales de sofocación hasta ningún fin,
a vararte en el horror prometido.
La espalda, triste signo,
acata tablas dictadas entre
truenos y violencia.
Quisieras estar naciendo en edad de razón.
(Fuente: Life vest under your seat)
(Fuente: Descontexto)
(Fuente: Daniel Freidemberg)
Versión: Isaías Garde
Me detuve acá en la rue des Écoles,
justo al lado del boulevard St. Germain,
a mirar sobre los hombros de un hombre
con camisa de franela y sombrero de paja,
que ha instalado un caballete y una silla de lona
en la vereda para pintar, desde un ángulo audaz,
una vista lateral de la iglesia de Santo Tomás de Aquino.
¿Y dónde estás vos, lector,
que no has interrumpido tu paseo
para espiar sobre mi hombro
y ver lo que anoto en esta libreta?
Solo en la ciudad,
a veces me pregunto qué aspecto tendrás,
si usarás una camisa de franela
o una pollera azul cruzada sujeta con un alfiler.
Pero cada vez que me doy vuelta
vos ya te fuiste por algún pliegue del aire
hasta una silenciosa habitación con los postigos cerrados
contra el calor de la tarde,
donde solo se escucha el sonido de tu respiración,
y, de vez en cuando, el pasar de una página.
*****
August in Paris
I have stopped here on the rue des écoles
just off the boulevard St-Germain
to look over the shoulder of a man
in a flannel shirt and a straw hat
who has set up an easel and a canvas chair
on the sidewalk in order to paint from a droll angle
a side-view of the Church of Saint Thomas Aquinas.
But where are you, reader,
who have not paused in your walk
to look over my shoulder
to see what I am jotting in this notebook?
Alone in this city,
I sometimes wonder what you look like,
if you are wearing a flannel shirt
or a wraparound blue skirt held together by a pin.
But every time I turn around
you have fled through a crease in the air
to a quiet room where the shutters are closed
against the heat of the afternoon,
where there is only the sound of your breathing
and every so often, the turning of a page.
(Fuente: Biblioteca Ignoria)

(Fuente: La comparecencia infinita)
LAVANDERÍA
Insolventes e intangibles para los imperios de las luces azules,
caminan empujando sus enseres los hijos de las calles.
No los mires, vikingo, esa es la norma.
Infranqueables se apoyan en los muros pintarrajeados,
en los que las mesnadas urbanas han perfilado un territorio.
Huele a hamburguesa de carne cultivada en los sótanos de los garajes alquilados.
El ascensor se ha vuelto a parar en el piso equivocado,
respira, vikingo, llegaremos a tiempo a izar las velas.
Los taburetes metálicos pintados de naranja son iluminados
por las bombillas recicladas de las casas abandonadas.
Son contaminantes, es el plomo.
Tú, no logras entenderlo.
La mujer de jersey lanudo y azulado de fibras tóxicas y orientales,
tocadas por manos pequeñas, devora carne.
No tiene esclavas.
No será enterrada con su barco.
No cultivará en el invierno.
No empuñará la espada.
No caerá su cuerpo sobre el enemigo casi rendido.
No lo arrastrará por la playa.
Ningún rizo le traerá una dicha,
ningún rizoma que enganche con su conocimiento sensible.
La trayectoria circular de las estrellas no sabe de todos estos movimientos terrestres.
Las miramos tras el cristal que complacientemnte detergnado
nos esconde en este purgatorio,
lejos de la {ultima batalla.
No ganamos,
estamos en tierra lavando escudos con l{iquido oxigenante.
Las miramos tras el cristal que complacientemente detergenado
nos esconde en este purgatorio,
lejos de la última batalla.
No ganamos,
estamos en tierra lavando escudos con líquido oxigenante.
(Fuente: Voces del extremo)
Ágata Navalón. Vikingo. El Petit Editor.
(Fuente: Voces del extremo)
Estoy en la piscina del Oeste.
Una mujer anciana busca en el neceser
productos descatalogados que extiende sobre la piel surcada de pecas y manchas.
Se echa una loción en su pelo rizado.
Debería hacer ese tipo de cosas,
rebuscar en neceseres y cuidar mi piel,
mojar mi cabello débil y perfumarlo,
arrasar con su cloro,
amarlo.
Saca ahora unas medias de cristal transparente y se las pone con sus manos temblorosas,
las acaricia cuidadosa para que sus uñas lila no las rompan.
Las sube, evita tirones.
La medias ascienden y van cubriendo varices,
ramas venosas que tatúan la piel de una senectud bálsamo,
recuerdos de un hombre besando, mordiendo muslos, apretando un vientre,
cabellos acariciando rodillas, sustitutos de medias cristal.
Cerramos ambas los ojos.
No hablamos.
Sentimos que somos únicas.
Sentimos que hay vida y que está dentro de nosotras.
Sentimos que conociendo los prospectos de belleza impresos dominaremos este recinto.
Ella nada.
Nunca dice palabras.
Levanta la cabeza con movimientos de cronómetro.
Por primera vez he imaginado una vida diferente.
La de esa mujer que habla con sus yemas acariciadoras de sí misma,
conocedora del juego del solitario,
conocedora de cómo colocar las cartas en columnas inferiores,
de manera descendente y alternando colores o tréboles.
Piensa en el orden.
Sustituye las manos del amado por las suyas,
piensa en el sabor del recuerdo de un hombre
como el mío,
al que creo que amo,
aún amo.
Ágata Navalón. Piscina del Oeste. Ed. El sastre de Apollinaire, 2025
(Fuente: Voces del extremo)