UN POEMA SIN MORALEJA
El maestro desarrolla su pensamiento
paradojal sobre la masa y el héroe
Las tensiones opuestas hacen la diferencia entre el
héroe y la masa:
la pulsión de la masa es la negación, dijo el sabio
bajo el sicomoro. Confucio ha de servirnos
cuando solo cambia una palabra para cambiar la historia,
según recuerda Brecht, y llama ejecución a la muerte
de un tirano.
La masa niega, el héroe afirma.
Lleva la maldita afirmación a un chillido de ganso
mientras mueve sin parar el plumaje,
hasta hartarnos.
Ved en el psicoanálisis deseo y heroicidad, considerad
a Maradona y la destrucción: yo digo, y como soy la
masa lo escribo en el aire:
el héroe cansa,
abruma, desgasta los tímpanos,
raya nuestros globos oculares,
no nos deshacemos de él ni muerto:
desde la fauces del león de Nemea
sigue rompiendo el esplendor de la tarde.
¿Quién puede vivir con un héroe gritando en la terraza?
La masa
en cambio eleva sus sombras,
la sombra semeja garras o puercoespines,
peines o suturas,
cavernas o naves,
gatos o navidades,
y este es el gran temor que despierta:
su ductilidad, su amoldamiento,
su mímesis que amenaza el pensamiento
de la pax en las aldeas, nada eterno.
La masa es el cambio y el héroe la roca.
En "Revolución, divino tesoro", inédito
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