miércoles, 1 de enero de 2025

Nasser Rabah (Gaza, Palestina, 1963)

 

Nasser Rabah (1963) es un poeta y novelista nacido en Gaza, residente de un campo de refugiados. Se trata de uno de los escritores contemporáneos en lengua árabe más innovadores. Publicó libros de poemas cuyos títulos fueron traducidos al inglés como Running After Dead Gazelles (2003), One of Nobody (2010), Passersby with Invisible Clothes (2013), Water Thirsty for Water (2016), Eulogy for the Robin (2020); además de la novela Since approximately an hour (2018). Sus textos han sido traducidos y publicados en diversas revistas en lengua inglesa, francesa y española. Las versiones que presentamos, para su descarga libre, son del poeta David Wapner, residente en Israel.

© Ilustración: Mariana Chiesa

Un sexto dedo en cada mano. Antología de poemas de Nasser Rabah
Nasser Rabah
Versiones y nota introductoria: David Wapner
Ilustraciones: Sara Bosoer / Ana Camusso / Mariana Chiesa / Didi Grau / Nora Hib / Isol / Juan Soto / Marcelo Tomé / Matías Trillo / Piper Tu
Ediciones op.cit., noviembre-diciembre 2024
EBOOK: DESCARGA LIBRE

© Marcelo Tomé

Nasser Rabah, poeta gazatí

Desde hace unos meses, por su red social, David Wapner viene difundiendo la obra del poeta gazatí Nasser Rabah a través de diversas traducciones y comentarios. Quienes seguimos esas publicaciones hemos asistido a la revelación de la voz de un gran poeta y a la expresión de esa poesía en medio de la aniquilación. Las publicaciones de David tienen la felicidad del que ha encontrado una voz poética solidaria y a la vez el desconsuelo ante lo que ocurre en los territorios de Gaza.

© Nasser Rabah. Fotografía editada del video producido por D. Wapner

 

En algunos intercambios de mensajes que hemos tenido, comparó la escritura de Rabah con la de César Vallejo; hasta ese punto resuena su carácter innovador, con el peso de los grandes autores de los años sesenta y setenta en Hispanoamérica. Esto me ha dicho David, entre comentarios tremendos, como el siguiente: “siempre estamos [con Nasser Rabah] en contacto, recién me contó que acaban de asesinar a nueve vecinos suyos”. Las publicaciones de David en su cuenta de FB suelen contener un llamado a frenar la locura. Por ejemplo, la denuncia del mayor infanticidio de la Historia, ejecutado por el Estado de Israel; o anotaciones en las que David, basándose en la información convencional de libre acceso, dice: “El ejército de Israel quemó una escuela en donde ahora mismo se centra el genocidio, en el norte de Gaza […] El Estado de Israel y sus fuerzas militares han demostrado, para siempre, que los judíos podemos ser nazis: si alguien todavía sostenía este mito, Israel se encarga de desmentirlo cada minuto”. También sus publicaciones han sido censuradas, por hablar del genocidio. Pero los genocidas siguen. Esta es la escena del encuentro entre David Wapner, poeta y traductor, con el poeta Nasser Rabah; de ahí el peso excepcional de las palabras de este libro. No es mucha la información que los medios dominantes de la Argentina publican sobre el genocidio en Gaza, tal vez porque el gobierno argentino no disimula su simpatía por los regímenes criminales. Algún que otro dato aparece por vías alternativas, como la narración de un soldado israelí a su psicólogo, en la que cuenta que, de patrullaje, de madrugada, con las calles desiertas, en una zona del territorio gazatí, encuentran él y su oficial al mando a un niño que estaba sentado en la calle. El oficial se bajó del veh´ículo, caminó hacia el niño y luego le partió los huesos de las piernas y los brazos y saltó sobre su estómago aplastándolo varias veces. Después le dijo que si un oficial del ejército israelí hacía eso era porque eso era legítimo. En otra oportunidad, no teniendo nada a qué dispararle con su cañón desde un tanque, los soldados de Israel le dispararon a dos caballos que estaban pastando: se creen dioses, se creen dios, o que son el mandato de un dios. Un poema de Nasser Rabah dice: El cazador no encontró pájaros, / así que disparó a las naranjas, / a las ramas, / y al árbol mismo («El cazador»).

¿Pero cómo se inició la relación entre Nasser Rabah y su traductor, David Wapner? Según lo cuenta David, Ana Camusso (ilustradora) y él lo conocen a través del poeta y ensayista israelí Yitzak Laor (ex director del suplemento “Galería”, del diario Haaretz): «una figura esencial de la cultura israelí, con una ética radical, al que Nasser llama héroe, que está hecho bolsa con esta tragedia y el papel que a los israelíes les cabe en ella: el de perpetradores, no solo de un genocidio, sino de la demolición por dentro de lo que fue este estado. Yitzak comenzó a publicar traducciones al hebreo de poemas de Nasser. Se conocen desde antes, y esas versiones pasan primero por la traducción del árabe al inglés y hebreo del escritor y dramaturgo palestino-israelí Hani Salloum. Entre ambos, llegan al texto hebreo final». En esas lecturas David ha encontrado un poeta palestino asimilable a Vallejo o M. Hernández, mucho más que otros poetas árabes. Luego se hicieron amigos, y desde hace meses se escriben diariamente: —nos tratamos de «hermano» —dice David.

A partir del trato de todos los días, Nasser comenzó a enviarle a David sus poemas. Los textos traducidos en Un sexto dedo en cada mano corresponden a una serie titulada Poemas de la guerra, escritos desde el 7 de octubre de 2023. Nasser los publica frecuentemente en FB: «Como su estudio se encontraba en el ala de su casa destruida por un tanque, se perdió la mayor parte de sus libros y su computadora. Desde ese momento, Nasser escribe toda su obra en un teléfono Samsung Note. En ese aparatito está todo, y de ahí sale todo. Muchas veces es un drama captar la wi-fi, o encontrar un lugar en donde recargar la batería». Varias veces le he preguntado a David cómo es esa fraternidad en una guerra; me refiero a la circulación de la palabra escrita que muy pronto madura y se vuelve emoción. Me dice: «Estamos en dos lugares opuestos: él, en el de las víctimas, yo, en el de los perpetradores. Son sufrimientos distintos: él ve morir a sus vecinos, a sus amigos, a sus alumnos, a diario. Él mismo está en peligro cada minuto. Vive en un lugar, el campo de refugiados Al Maghazi, donde se supone que Israel no va a atacar. Pero ataca, destruye y mata. Yo siento los aviones partir desde la base que está cerca de mi casa, los oigo regresar. Él los oye sin pausa, aviones, helicópteros, drones. Bombas, misiles, balas. No es una guerra: una guerra supone una cierta paridad, aunque una parte sea más fuerte que la otra».

©Nasser Rabah, fotografía editada del video producido por İstanbulensis Şiir Festivali

En Gaza, dice David, hay un genocidio: «Es un ejército todopoderoso y cobarde contra un pueblo; y en segundo lugar, contra la organización político-militar (Hamas) que en una alucinación colectiva invadió y copó la frontera sur de Israel, inexplicablemente desprotegida, y quemó todos sus cartuchos masacrando a 1200 personas, entre ellas más de 300 soldados que, en su mayoría, estaban durmiendo. Utilizaron drones y cámaras Go Pro y se llevaron secuestrados a 250 israelíes. Esto fue la excusa que necesitaba Israel para lanzar la campaña de limpieza étnica y genocidio que tanto ansiaban desde el gobierno de ultraderecha. La guerra se acabó en la primera semana, y de ahí en más, a demoler todo: los hospitales con su personal y pacientes, las universidades, las escuelas, las mezquitas, el agua y la comida, absolutamente toda la infraestructura. Como dice Nasser, metieron a un elefante dentro de una cristalería».

Por qué puede sonar tan natural u ordinario preguntar sobre la utilidad del cine, el teatro, la pintura, e insuficiente hacer lo mismo sobre la poesía? ¿Para qué sirve? Tal vez la interrogación no sea sobre su utilidad sino sobre su existencia. Dice David: «Ante la destrucción total, de la vida y de lo material, de pronto se me hace claro que lo único que es inmune a la muerte es la poesía: no era una metáfora, no era una consigna voluntarista: ES. Y así es como lucha Nasser, lo único que tiene, hasta que no pueda más. Y yo, que estoy del lado de los victimarios, trato de ayudarle en todo lo que pueda. Nasser nos dice siempre, “no tengas culpa, ustedes no tienen la culpa”. Y yo le digo “no dejes de escribir, nunca dejes de escribir”. Y el me escribe “ja ja ja ja”, cuya grafía en árabe forma un dibujo que recuerda a una bandada de pájaros posados en hilera sobre un cable. Y a una boca mostrando los dientes: ههههههههه

José Villa


© Ilustración: Didi Grau


Nasser Rabah:
Poemas de Un sexto dedo en cada mano

(En el hospital)

En el hospital, los cardiólogos te vieron
Y apuntando con el dedo dijeron:
“Testificamos, esto es un río”
En el hospital los médicos dijeron:
“¡Mierda, ¿cómo muere el agua herida?!
Y señalaron a Alá

© Ilustración: Matías Trillo

(En el pasado, los poetas)

En el pasado, los poetas tenían un sexto dedo en cada mano, para que la mano pudiera soportar el dolor de escribir. Tenían tres sentidos adicionales: leer lo invisible, comprender el lenguaje de las abejas y los árboles y curar a los amantes. No tenían nada en lugar del corazón, para poder pasar por el dolor de la vida hasta el final sin una muerte prematura.

© Ilustración: Ana Camusso

(Ahora que terminó la guerra)

Ahora que terminó la guerra,
el cuerpo que perdí,
mi cabeza, mis dedos, mis brazos,
vuelve a estar disponible,
como si acabara de regresar a su lugar.

Ahora que terminó la guerra,
pongo mis manos sobre mi cabeza y corro,
no hay sol ni lluvia, no hay prisa.
Me acostumbré a proteger mi cabeza.

Ahora que terminó la guerra,
miro al cielo,
y extraño los pájaros y nubes.
Nada de aviones.

Ahora que terminó la guerra,
me hago de mucho, mucho pan,
un pan para cada amigo.
Y voy al cementerio.

Ahora que terminó la guerra,
la escoba barre polvo, trozos de vidrio,
tornillos de puertas rotas.
Barre las piedras derrumbadas de las paredes,
fragmentos de tazas de té doradas,
el marco de fotos familiares.
Juguetes para niños, platos playos,
lo acumulo todo aquí en mi corazón.

Ahora que terminó la guerra,
mi madre viene a disculparse,
dice: ya no hay lugar para recibirles.
El cementerio se llenó, por fin.

Ahora que terminó la guerra,
pienso en dormir.
Mis amigos viajeros
regresan todos
para pasar la noche juntos.
En soledad, bebo té.

Ahora que terminó la guerra,
apago el teléfono y duermo.
Otra guerra comienza en pesadillas.

 

 

© Ilustración: Mariana Chiesa

(Una por una)

Una por una
las sillas abandonan el café,
y una bandada de nuestros niños atraviesa el cielo,
despacito el tiempo se sacude su manto de risa,
su risa que fue perdiendo los dientes uno a uno,
y ya no le importa.

© Ilustración: Piper Tu

(El signo de la victoria perdió un dedo)

A Amjad Arar Al-Atawneh

La tristeza es barata
La muerte es un burro cansado que transporta ciudades y calles./
El hospital está lleno de llamadas de personas ahogadas.
El mercado está repleto de productos obsoletos.
Y mi corazón ofrece a la venta mis gemidos.

¿Quién me podrá escuchar la historia de Amjad?
¿Quién me dará un corazón y un minuto de silencio?

Con el conductor intentamos fotografiar los gemidos del bolsillo de la camisa de Sial,
quienes se dieron a perseguir las partes del cuerpo esparcidas por la ventana:
esta es la pierna de Hamada, estos son los sueños de Souad.
Intenté con los vendedores y me dijeron:
sólo somos vendedores,
intercambiamos las penas de la gente con papeles falsos e historias venenosas,
y el mercado está lleno hasta el tope de pájaros sacrificados que caminan como tú.

Volví con mi vecino, que tenía un hermano que trabajaba en la televisión
y un sobrino de su única hija. Murieron en un noticiero.
Me dio vergüenza y no pregunté.

Fui a casa de Samir, el panadero,
y encontré a los vecinos sirviendo café en un funeral:
Samir, el hijo del panadero, murió de desnutrición aguda.

Corrí a lo de Mazen, el profesor de historia, y le dije:
“Bueno, estás vivo”, y le pregunté: ¿Alguno de ustedes ha muerto?
Me respondió: “No, pero a Hoda le amputaron las piernas,
Nahil necesita tratamiento en el extranjero
y Mahmoud también lleva meses desaparecido”.
Me preguntó: ¿Qué te pasa?
Le respondí que no tenía nada, ni historia ni geografía.

¿Quién me podrá escuchar la historia de Amjad?
¿Quién me dará un corazón y un minuto de silencio?
A quien me escucha le digo: era mi amigo.
Frente al espejo te vi riendo, te dije:
Oh Amjad, ¿quién de nosotros estaba más cerca del otro?
Corrías de casa en casa, repartiendo dátiles de amor.
Y viertes de nuevo tus lágrimas en mi palma.

—¿Qué te pasa?
—Nada, sólo estoy cansado.

Por todas partes, detrás de ti,
se elevan tus palmeras,
extendiendo sus brazos a Dios
y agradeciendo a tu corazón, mientras tú, oh Amjad,
tan sólo te glorificas a ti mismo.

Éramos como un signo de la victoria elevado ante el cansancio.
Y ahora un dedo se perdió.
Desde hace diez años no conozco a nadie más que a ti,
tú no conoces a nadie más que a mí.
Hace diez años que no te pregunto: ¿Qué es esa cicatriz en tu frente?
Y tú no me preguntas: ¿Qué es esta herida tan fea en el cuello?
Nos basta con no preguntar, Amjad, y hacer la vista gorda.
Todas las heridas insignificantes de la vida las pasamos por alto sin decir palabra.
Nos basta con caminar juntos, no basta con caminar.
Ningún policía nos sigue, ni nosotros seguimos al policía del miedo.

La tristeza es barata
La muerte es un burro cansado que carga úteros amputados.
El hospital está lleno de llamadas de personas ahogadas.
El mercado está repleto de productos obsoletos.
Y mi corazón ofrece a la venta mis gemidos.

© Ilustración: Juan Soto

Prólogo a Un sexto dedo en cada mano

Por David Wapner

1
En Gaza vive y escribe el poeta Nasser Rabah. No sólo se trata del poeta más importante que escribe en Gaza hoy, sino que es el gran poeta palestino de esta época. Y puedo jugarme a afirmar que la poesía de Nasser es la más relevante en la literatura en lengua árabe contemporánea. Todos los días postea desde allí poemas que van desde breves hasta rapsodias. Todos emanan luz, una luz oscura, de rara belleza. Una poesía que rompe con las formalidades de la tradición árabe y encara una ruptura, no sólo temática, sino de fondo, escribiendo poemas en prosa.

Pienso en su poesía, releo sus poemas, en donde el lenguaje lo es todo, principio y fin.

Cierta vez me dijo que recibe muchos halagos por sus poemas actuales, pero, en verdad, explica, “estoy escribiendo peor que antes”. Escribe peor en relación a las reglas del canon, se aleja de las reglas de la belleza formal, de la poesía normativa, se aleja de la poesía como bella arte para acercarse a otro tipo de belleza, imperfecta: no se puede escribir poesía en una guerra, donde todo lo sólido se ha roto, sino aferrándose a los pedazos de lo que queda.

“En este momento tiendo a utilizar la rima fonética rítmica, cosa que no hacía antes… el ritmo es alto en los textos de guerra. No es muy poético, es más como un grito.”

2
La voz de Nasser media entre la materia rota y las almas flotando de lo que fue. Su palabra opera ese milagro. Nunca volvemos atrás, no importa si lo anterior fue mejor o peor, porque el arte es así: siempre vamos hacia adelante, y delante nuestro no se ve nada. La guerra es un parte aguas para los artistas, pero esta, la que estalló el 7 de octubre de 2023, es un abismo. Sus poemas en prosa pertenecen a otro mundo: hay urgencia por mostrarlos, de que circulen ahora mismo.

3
Esta entrega de poesía de Nasser Rabah, acompañada de las visiones que generó en las / los artistas visuales que respondieron a la invitación, es un proyecto que fuimos moviendo sobre la marcha Ana Camusso y yo, siguiendo los movimientos de Nasser, los textos que posteaba, entendiendo lo que generaban en los lectores palestinos, hablando mucho con el poeta, leyendo su obra traducida a otras lenguas, acompañándolo. Ana fue convocando a quien quisiera ilustrar, centrándose en especial, pero no en forma exclusiva, en artistas que trabajan con los libros para la infancia. Y yo me dediqué a traducir o, mejor dicho, a trabajar con lo que me ofrecía el traductor de Google. A veces, prefiriendo una traducción al hebreo (la lengua más cercana al árabe, y que yo manejo), y luego comparando con los resultados en inglés. De estas suertes partí para llegar a mis versiones. Llegarán otras, verdaderas traducciones, en dos libros que están siendo preparados en España y México. Mientras tanto, debemos presentar este trabajo urgente. Aplicado a la poesía, y a otras manifestaciones de arte, utilizamos el adjetivo “urgente” cuando estamos frente a un cataclismo como el que hoy nos envuelve. No sabemos qué o quiénes seremos en las próximas horas, días, meses. El futuro es, por ahora, una masa informe de escombros y materia orgánica. Sólo la poesía puede intentar sobrevolar ese paisaje y decirnos que es lo que ve, que es lo que oye. Aquí lo tenemos a Nasser Rabah, le estamos consultando a él.

 

(Fuente: Op.cit.poesía)

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