Orgulloso el ciempiés
con sus dos mandíbulas y su montón de patas
hasta que ve a la serpiente,
mucho más veloz
y capaz de nadar, bucear, escalar, saltar, cavar.
Orgullosa la serpiente
hasta que con su lengua siente el viento que viene de tan lejos
que olvida su origen de tierra y agua
y acepta centenares de nombres
como vendaval, huracán, alisios.
El viento, sin otro cuerpo que su aliento,
es la más humilde de las criaturas.
(Fuente: Víctor Velázquez)
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