Falté a la promesa:
pisotear
para siempre
este sistema expresivo
que me causó
en el pelo rojo del vino.
Enero y sus albores
procuran saldar
el peculio del reino
y esta deuda
sin acreedor ni monedas.
Comeré
los restos
de algo que parece
carne del monte
que quiso retozar
conforme a derecho
y es ahora
animal
que pasó por el pavor
de las brasas
y el horror de la cocción.
Resaca:
flechas oblicuas
del alcohol
que embarra las evidencias
y el valor venal
de esta propiedad
equívoca
que llaman vida
y no sirve para nada.
No hay aquí
ni connubio
ni motores que rugen;
no hay aquí
verdades
ni dudas,
no hay
cegueras
ni destino de la luz.
Este es el encierro
que ningún trazo
o línea punteada
dispone o propone.
Bebo
las piedras del río,
mareado o lúcido,
fumo yerba y azafrán,
muevo con un palito
una bolsa de plástico
que se enrosca
en la espuma de un remanso
mientras la mañana crece
y el mundo duerme.
Sucumbo al dulce y mordaz ocio
que trae la próxima violencia
del sol,
y mi hija
allá,
donde se reúnen
otros horizontes
y estrellas,
en las calles
de Hamburgo,
sola,
machucada
a oriente y poniente,
escrutando la tarde
que no termina,
esa fuerza fiscal,
esa carga
de causa perdida
como puerto verde
o uva intoxicada.
- Inédito -
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