jueves, 2 de octubre de 2025

Carlos de Rokha (Valparaíso, Chile, 17 de octubre de 1920 - Santiago, 29 de septiembre de 1962)

 

 

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HIMNO EN QUE UN PRÓFUGO ENSAYA UN EXTRAÑO EXORCISMO 

 

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Salgo de mí.
Me prolongo de paisaje en paisaje hasta
una edad bárbara.
Salgo revestido de admirables atributos.
De ocultos destellos que me asaltan y devoran.
De invisibles presencias que veo de pronto transformarse.
En heladas orquídeas, en bocas llameantes.
Todo ésto no me aleja, sino que me arrastra hacia lo real.
Y después porque será entonces que ese día habrá llegado.
Mi frente se abre a las evidencias.
Como un castillo trocado por la noche
en un bello conjuro.
Más, !ay! luego dotado de éstos silenciosos poderes nocturnos.
Que entran por mis ojos y salen
por los de toda criatura.
Comprendo que no puedo ser sino
lo que cada cuál es.
Pues todo adquiere su verdadero sentido
en la diversidad y en lo semejante.
Por lo cual en algunos aspectos:
Me parezco a un joven hechicero
que danzara sobre un charco de hojas.
O a un niño que habiendo perdido el paraiso, aún creyese en él.
Porque el paraíso (él lo había oído de boca
de un emigrante salvaje) Si:
"El paraíso está en todas partes".
Y la dicha en cada realidad, en cada particula o cosa, en cualquier adiós, en todo rostro.
Sometido al vasallaje de la noche
por el prófugo de su infinito.
Amigos míos, decía él, mis islas me esperan.
Todo lo que queda atrás debe ser quemado.
Y en vosotros dejo lo que fuí: Mis sueños,
mis manos, mis orejas,
mi mecánica celeste, mi tulipán negro.
Yo estaba con este corsario ideal.
Nos fumábamos una pipa, bebíamos el vino rojo, blasfemábamos.
Santificamos la injuria, promulgamos
el motín.
Los cantos de la tripulación obscurecían
el cielo.
¡Oh, desertores!
Aún llevaré estas visiones.
A todos los errantes.
A los desterrados.
A los que recibieron la santa condenación
en su más tierna infancia.
Y todavía recordaré.
Las cabelleras que en rehenes quedan
por mí.
Las diosecillas de barro que adoramos
a costa de nuestras mejores virtudes.
Los mendigos que vimos partir esa última tarde.
Hacia un nadir semejante al mío.
Hacia tí, nadir mío, que eres igual a mi desventura y mi terror.
Hacia ti parto esta mañana en que el cielo parece más claro que jamás.
¡Hacia tí parto, nadir, mi nadir mio, espérame!
 
 
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De: «𝘓𝘢𝘴 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘭𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘧𝘶𝘳𝘰𝘳» (1944)
Carlos de Rokha, seudónimo de Carlos Díaz Anabalón fue un poeta chileno 🇨🇱


(Fuente: Grover González Gallardo Poesía)

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