martes, 28 de octubre de 2025

Fernando Pessoa (Lisboa, Portugal, 1888 - 1935)

 

 

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𝗨𝗡 𝗦𝗢𝗜𝗥 À 𝗟𝗜𝗠𝗔 
 
[Traducción: Renato Sandoval.]
 
 
Llega la voz de la radiofonía y da
La noticia arrastrándose en vano:
«Y a continuación
Un Soir à Lima…»
Yo dejo de sonreír…
Se me para el corazón…
Y, de pronto,
Esa querida y maldita melodía
Irrumpe desde el aparato inconsciente…
Y con un recuerdo súbito y presente
Mi alma se extravía…
El gran destello lunar de África hacía
La ladera arborizada reluciente.
La sala de nuestra casa era amplia y estaba
Donde todo, aun el mar, todo se entregaba
A la clara oscuridad de la ingente luz de luna…
Pero solo yo, a la ventana.
Mi madre estaba al piano
Y tocaba…
Exactamente
Un Soir à Lima.
¡Dios mío, qué lejos, qué perdido, que eso está!
¿Qué de su alto porte?
¿De su voz continuamente acogedora?
¿De su sonrisa cariñosa y fuerte?
Lo que hoy hay
Que me lo recuerda es esto que oigo ahora
Un Soir à Lima.
Continúa en la radiofonía
Nuestra, suya, melodía
El mismo “Un Soir à Lima.”
Su cabello grisáceo era tan hermoso
Bajo la luz
¡Y yo que nunca pensé que ella muriera
Y que me dejara con quien yo soy!
Murió, pero yo soy siempre su niño.
¡Nadie es hombre para su madre!
Y aún a través de lágrimas no le falla
A la memoria que tengo
La silueta perfecta de medalla
De ese perfectísimo perfil.
Llora, al recordarte, madre, romana y canosa,
Mi corazón siempre infantil.
Veo tus dedos en el teclado y brilla
La luna afuera eternamente en mí.
Tocas en mi corazón, sin fin.
Un Soir à Lima.
El silencio fatal de las cosas muertas,
Tus manos pequeñas y tan bellas.
Con escrúpulo risueño y familiar
Con una sonrisa en que no hay
Nada más que lo eternamente humano,
Extraías de la quietud del piano
Un Soir à Lima.
Tenías, perfil, un rostro de medalla
Estabas de frente, y mirando, mi madre
Como hoy tu mirada me falta
Y tu perfil me recuerda bien.
«¿Los niños se durmieron pronto».
«Sí, ya se durmieron».
«Esta ya casi se duerme».
Y tú, sonriendo al responder, proseguías
Lo que tocabas —
Atentamente tocabas —
Un Soir à Lima.
Todo lo que fui cuando no era nada,
Todo lo que amé y solo sé que en verdad
Lo sé por no tener hoy rumbo
Que tenga una realidad cualquiera.
Por no tener de ella más que saudade —
Todo eso vive en mí
Por luces, música y la visión
Que no tiene fin
De esa hora eterna en mi corazón,
En que pasabas
La página irreal de la música que tocabas
Un Soir à Lima.
Y el aparato indiferente
Trae de la emisora inconsciente
Un Soir à Lima.
Y entonces yo no sabía que era feliz.
Hoy, que ya no lo soy, sé bien que lo era.
«Ella también está durmiendo…».
«No lo está».
Todos nos pusimos a sonreír
Y yo distraídamente voy
A seguir oyendo,
Lejos del resplandor lunar
Y que afuera existe duro y solitario,
Lo que me lleva a soñar sin sentirlo,
Lo que hoy me lleva a tener pena por mí,
Ese canto sin voz, teclado y blando,
Que mi madre estaba tocando —
Un Soir à Lima.
No tener aquí en un cajón,
No tener aquí en una bolsa,
Cerrada, retenida, completa,
Toda la escena!
No poder arrancar
Del espacio, del tiempo, de la vida
Y aislar
En un lugar
Del alma donde quedara poseída
Eternamente
Viva, caliente,
Esa sala, esa hora,
Toda la familia y la paz y la música que es
Más real como la que ahí está
Aún, ahora,
Cuando, madre, madre, tocabas
Un Soir à Lima.
Madre, madre, yo fui tu niño
Tan bien replicado
En su educación
Y hoy soy este trapo que el Destino
Ha estrujado y arrojado
En algún lugar del piso.
Yazgo, mezquino,
Pero a mi corazón
Sube, en torbellino,
El recuerdo de lo oído de lo que hay
En lo que hay de caricia, de hogar, de nido,
Al recordar hoy el amor, Dios mío, yo solo,
Un Soir à Lima.
¿Dónde la hora, y el hogar y el amor está
Cuando, madre, madre, tocabas
Un Soir à Lima?
Y en alguna parte del sillón
Mi hermana,
Pequeña y encogidita
No sabe si duerme o no.
¡Yo he sido tantas cosas viles!
¡He traicionado tanto lo que soy!
Mi espíritu sediento
Y razonador sutil
¡Cuántas veces prolijamente se ha equivocado!
¡Cuántas veces hasta el sentimiento
Inanimadamente me ha engañado!
Ya que no tengo hogar,
Déjame estar
En esta visión
Del hogar de entonces
Déjame oír, oír, oír —
Yo, en la ventana,
Del ya nunca dejar de sentir,
En esa sala, nuestra sala, caliente
De África amplia donde la luna
Brilla afuera vasta e indiferente
Ni mal ni bien
Y donde, en mi corazón,
Madre, madre
Tocas visiblemente,
Tocas eternamente
Un Soir à Lima.
Mi rabia de animal humano
A quien le han quitado la madre,
Y no tiene
Para el niño que la tiene en su alma,
Para colmar su corazón,
Más que esta visión -
Tus manos pequeñas en el piano
Cuando, oh Dios mío, tocabas
Un Soir à Lima.
Ay, pero es engaño.
Aquí soy viejo
No hay sala ni hay piano
Ni tú lo estás tocando,
Hay un aparato mudo
Del que un sonido llega de lejos, y duele.
¿Cómo podría darte un beso ahora?
¿Cómo podría, llegando de la ventana,
Como tantas veces lo he hecho
/*/
Soy el razonador exacto
Cuya alma está en mil pedazos,
En mil pedazos que no hay…
Déjame dormir
Y soñar que estoy viendo, oyendo,
Un Soir à Lima.
Y en esta calma,
En esta felicidad,
Donde existía un alma
(¡Dios mío, qué saudade!),
Que, bajo la luz que doraba,
(¿Hoy dónde está eso?)
Lejos de la luz de luna plateada,
Mi madre tocaba
Medalla atenta y humana al piano,
Un Soir à Lima.
Desde entonces
He atravesado
Muchas vidas.
Casi siempre me he equivocado.
A mi corazón
Le agobian cosas olvidadas.
Desde cuando
En ese blando
Solaz de mi hogar extinto
Yo, a la ventana, oía, de pie y soñando,
Despojado e indistinto,
Lo que hay
En toda la música de intuición e instinto,
Cuánto he dejado de morir
Dentro de lo que he querido ser,
Cuánto he dejado
Solo he pensado,
Cuánto, cuánto,
Ha sido para mí solo sueño,
Solamente el encanto,
Tristemente risueño
De haberlo soñado,
Quién sabe si la saudade
vuelta devaneo medio humano
De lo que en esa noche está,
Distante, en que, mamá, al piano
Tocabas, bajo la cruda claridad,
Un Soir à Lima.
Me pesa el corazón. Un sopor denso
Me ocupa la conciencia de *
Y un frío informe, desolado y denso
No me deja pensar.
Columpiándome y meciéndome
Recuerdo todo, recuerdo en vano.
¿Dios mío, dónde está todo eso?
Un Soir à Lima…
¡Rómpete, corazón!...
Mi padrastro
(¡Qué hombre! ¡Qué alma! ¡Qué corazón!)
Reclinaba su cuerpo basto
De atleta sosegado y sano
En el gran sillón
Y oía, fumando y cavilando,
Y su mirada azul no tenía color.
Y mi madre, criatura,
Al borde de su sillón
Envuelta, oía durmiendo
Y sonriendo
Que alguien estaba tocando
Acaso una danza…
Y yo, de pie, ante la ventana
Veía todo el brillo lunar de toda África inundando
El paisaje y mi sueño.
¡Dónde está todo eso!
Un Soir à Lima…
¡Rómpete, corazón!
Esa mano blanca y pequeñita,
Que ya nunca me habrá de acariciar,
Sonreías, riendo, hacia mí
Esa sonrisa que ya ha encontrado su fin,
Y seguías tocando
Un Soir à Lima.
Y yo que * nunca pago
Y la * solo * lo que yo soy…
Y es una emisora indiferente
Que por un aparato inconsciente
Con música, solo, música me da
La viva angustia que me ven
De verte, por recordarme,
Madre mía, madre mía,
Tan tranquila, tocar
Un Soir à Lima.
Pero me aturdo.
No sé si veo, si me adormezco,
Si soy quien he sido,
No sé si recuerdo, ni si olvido.
Hay una cosa cualquiera que indistinta fluye
Entre quien soy y lo que yo era
Y es como un río, o una brisa o un sueño,
Cualquier cosa que no se espera,
Que de pronto se interrumpe
Y, del fondo a donde va a parar,
Surge, cada vez más distintamente,
En un halo de suavidad
Y nostalgia,
Donde mi corazón aún está,
Un piano, una figura, una saudade…
Me duermo recostado en esa melodía -
Y oigo que mi Madre toca,
Oigo, ya con la sal de las lágrimas en la boca,
Un Soir à Lima.
El velo de las lágrimas no ciega.
Veo, llorando,
Lo que esa música me entrega —
¡La madre que yo tenía, el antiguo hogar,
El niño que fui,
El horror del tiempo porque fluye,
El horror de la vida, porque es solo matar!
Veo, y me adormezco,
Y en el sopor en que me olvido
Que aún existo en este mundo que hay…
Estoy viendo a mi madre tocar.
Esas manos blancas y pequeñas,
Cuya caricia ya nunca me habrá de acariciar,
Tocan el piano, cuidadosas y serenas,
Un Soir à Lima.
¡Ah, lo veo todo claro!
Estoy de nuevo ahí.
Aparto de la luz de luna externa y rara
Los ojos con que la he visto.
¿Pero qué? Divago y la música ha concluido…
Divago como siempre he divagado
Sin tener en el alma la certeza de quien soy,
Ni verdadera fe o firme ley.
Divago, creo eternidades mías
en un opio de recuerdo y abandono.
Entronizo fantásticas reinas
Sin que para ella haya un trono.
Sueño porque me baño
En el río irreal de la música evocada.
Mi alma es una niña andrajosa
Que duerme en un rincón oscuro.
De mí solo tengo,
En la realidad cierta y despierta,
Los trapos de mi alma abandonada
Y la cabeza que sueña apoyada en la pared.
Pero, madre, ¿no habrá
Un Dios que no me vuelva un completo vacío,
Otro mundo en que eso está ahora?
Divago aún: todo es ilusión.
Un Soir à Lima…
¡Rómpete, corazón… 
 
[1935]
 
 
(Fuente: Lab De Poesía) 

 

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