TRES TECLAS A PARTIR DE DO (I)
V
(parecido a una rodilla por acto reflejo
las teclas de piano descienden
como una escalera mecánica
(más allá del alfiler en el mapa)
con justa intensidad)
ninguna palabra deja marca
(es como con el sol de brillo aparente)
lo que causa el tono en la piel
no es el sol mismo
sino el reloj muñeca
cuando se retira
de ahí que de escombros de frases
cuyo eco no devuelve la voz
el poema (queriendo convencerse
que es poema)
se (sin autor) entiende
(y sin rueditas) a sí mismo
por ejemplo la palabra pozo
mal que le pese a la gravedad
el diente de león levísimo y reciente
(la montaña haciendo equilibrio encima de la piedra)
dándole vueltas al asunto
ni una sola paja en el ojo de la aguja blanca
(o de su belleza) imita al sol abierto
y como si cada pie pudiese tocar fondo
pero decidiesen no tocarlo
(vamos a decirlo)
con las puntas de los pies poéticos
así emerge el lenguaje
en la misma pose que el oro
aún no descubierto aún sin palma
en la mano
no se trata de la profundidad del pozo
también es profundo un coma profundo,
y una profunda coma corta en dos
lo que dos y dos no son
(sombras en la pared
que aunque sin nada de luz
muestran algo más)
la púa desciende
en los surcos del vinilo
pero salta de doble sentido
en doble sentido
donde el brazo se convierte
en espada para alcanzar
el pan y arrojarlo a la basura
sin el beso
(como bollos de papel
que antes fueron páginas
arrancadas y un largo antes
parte de algo que ya no es)
y entonces el piso se abre
de par en par a prudente distancia
la cajita musical que se hará niebla
no parece pesar lo suficiente
no todo es caída
(nadie clasifica dioses
según su forma)
no todo es cayendo
un final de poema curvándose
hacia las casas bajas
y todo un cielo pendiendo
de su oscuridad
(con trapos transparentes
de izquierda a derecha
haciéndonos señas)
abrevando
del dedo negro que todavía escarba
el habla del mundo
mantas que sólo llegan a los tobillos
pero el tobillo es la coartada de toda narración
un plato que por demasiado exagerado
sobresale del borde de la mesa
y como si tuviera la miel
poder de decisión
se espesa la miel ella sola
(volviendo a la metáfora del plato)
para que entorpezca su caída
la gravedad no es
un estilo de caer
(lo sepa ella o no lo sepa
sólo el hecho que borra otro hecho
no se parece a nada)
caer es el contenido
cierta belleza de la forma
tira de la soga
como una mancha de humedad
todavía sin leer
pero que al igual que la presencia
del sol a lo lejos
o algo tirado en el piso
(que no es arte)
exclama sin embargo
en silencio
una lonja de cuero destensada
en el tambor
(que no es música para bailar)
donde ya siquiera vibra el golpe seco
migas densas en su sentido de
lluvia cayendo sin cóncavas palmas
aunque debajo siga estando
el concepto de panes enteros
como en el mundo
de tuercas y tornillos
para evitar el alabeado:
prima la secuencia tal A
y no tal B de apriete
a la hora de hacer un agujero
dejar huecos unos apoyados
sobre otros
broca y vacío traen en sí
el tener que lo juzga
lo que no extrae el pozo de sí
hasta que la mirada.
(Del libro: "Tres teclas a partir
de Do". Ed. del autor, 2025)
(Fuente: La bilbioteca de Marcelo Leites)

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