El lamento de Eva
que todo es vanidad y perseguir el viento lo supimos enseguida: cada día veíamos reflejada en el arroyo nuestra propia imagen, y repetidas en el otro rostro idénticas facciones; una brisa nos refrescaba el cuerpo a la mañana y por las noches nos brindaba abrigo. El nuestro era el amor de dos hermanos, salvo que en ese entonces no existía lo que llaman familia: no teníamos padres, y si teníamos, se habían ido de viaje, en unas vacaciones eternas; de volver alguna vez encontrarían todo igual que antes: inmaculado el baño; los sillones sin manchas; convenientemente ocultas las botellas vacías. el deseo nunca nos estorbaba: no por no desear, sino más bien porque deseábamos sólo lo que teníamos. ¿y vos, por qué deseaste de repente otra vanidad y otro viento? ¿te aburría la textura arenosa de la fruta, la persistencia del conocimiento? que te fuiste, se sabe. y se borró detrás de vos la puerta que cruzaste. extrañabas el hambre. ¿ahora comés, o elegiste ayunar? ¿algo te abriga? ¿alguien? yo, si querés saber, aún vivo en el deslumbramiento de esta zona sin puertas: el jardín que me dejaste.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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