domingo, 2 de marzo de 2025

Rainer María Rilke (Praga, 1875 - Suiza, 1926)

 

Octava elegía

Rainer María Rilke - Octava elegía

 

 

Toda en sus ojos, mira la criatura

"lo abierto". Sólo nuestros ojos

están como invertidos y a manera de cepos

alrededor de su mirada libre.

Todo lo que está fuera de nosotros

lo conocemos sólo por la fisonomía

del animal, porque, aún muy tierno, al niño

lo desviamos y obligamos

a contemplar retrospectivamente

el mundo de las formas, no lo abierto

-que en la faz de la bestia es tan profundo. Libre

de muerte-. Sólo muerte

vemos nosotros; pero

el animal, libre, tiene siempre

su término tras él,

y, ante él, a Dios, y, cuando avanza, avanza

en la Eternidad, como los surtidores.

Pero nosotros nunca

-ni un solo día-

tenemos el espacio puro ante nuestros ojos

-donde las flores infinitamente

se abren. Siempre en el mundo

y jamás todo aquello

que no está en ningún lado y que nada limita;

lo puro y sin custodia

que se respira en todo, que uno sabe infinito

y que no se codicia. Allá, en la infancia,

se pierde uno en silencio,

en ello y queda en ello conmovido.

Otro -tal otro- muere, y así es.

Pues cerca de la muerte ya no se ve la muerte,

y se mira adelante, con fijeza,

quizá con una enorme mirada de animal.

Los amantes, si el otro no ocultase

la infalible mirada,

están ya casi allí, casi, y se asombran.

Sí, se les abre, como por descuido,

detrás del otro… Pero al otro nadie

consigue superarlo,

y de nuevo se quedan en el mundo.

Por siempre vueltos creación,

sólo vemos en ella los reflejos

de lo que es libre, oscurecido

por nosotros. O, a veces,

ocurre que los ojos, mudos, de un animal

nos transverberan

con mirada inmutable.

A esto se le llama Destino: a estar enfrente

-y nada más que esto- y siempre enfrente.

Si el animal tuviera una conciencia

semejante a la nuestra,

-el seguro animal que se acerca a nosotros

en dirección contraria-,

su paso firme nos arrastraría.

Pues para el animal su ser es infinito,

sin límites

y sin mirada sobre su existir -puro, como

su mirada tendida hacia delante.

Y allí donde nosotros sólo vemos

un futuro,

él lo ve en todo y se ve en todo, a salvo

para siempre. Y, no obstante,

en la bestia, avizor y caliente, gravita

el peso y la inquietud de una enorme y pesada

melancolía.

Porque a ella le agobia siempre lo que a nosotros

nos subyuga a las veces: el recuerdo

-como si ya una vez, eso, a lo que se aspira,

hubiera estado próximo, más fiel

y dándonos en ese nuevo apego

su infinita dulzura.

Aquí todo es distancia,

hálito allí. Después de aquel hogar

primero, este segundo lo parece

ambiguo y a merced de los vientos. ¡Oh dicha

de la pequeña

criatura, que prosigue en el regazo

que la trajo a su fin;

oh dicha del insecto, que brinca en su interior,

siempre, incluso en el trance de sus bodas!

El regazo lo es todo.

Y observa

la semicertidumbre

del pájaro

que, por su origen, casi conoce entrambas cosas

como si fuera el alma de un etrusco,

evadida de un muerto, que recibió el espacio

pero con su figura yacente como lápida.

Mas

¡qué turbación la del que tiene

que volar -al salir del regazo!

¡Cómo asustado de sí mismo,

rasga en zigzag el aire, cual resquebrajadura

en una taza!

Así la huella

del murciélago raya

la fina porcelana de la tarde.

¡Y nosotros

meros espectadores

en todo el tiempo, en todos los lugares,

vueltos siempre hacia todo y nunca más allá!

El mundo nos agobia.

Lo organizamos. Pero

se derrumba en añicos.

Lo organizamos otra vez y, entonces,

nosotros mismos

caemos rotos en menudas trizas.

¿Quién nos conformó así,

que hagamos lo que hagamos,

tenemos siempre la actitud

de quien se va?

Como el que sobre la última colina,

desde donde divisa todo el valle,

una vez más, se vuelve, se detiene y rezaga,

así vivimos-

despidiéndonos siempre.


Elegías de Duino

Versión: Juan José Domenchina

 

Jonio González (Buenos Aires, 1954)

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URDIMBRE

 

la forma pura es la certeza
de la inmortalidad soñada
sostienen algunos,
pero el contacto con lo definitivo
ridiculiza cualquier pretensión o estupor:
la servidumbre del obstáculo
nos persuade de que depende de nosotros
cuándo salvarnos del fuego y el destierro
que somos nosotros
quienes damos forma al mundo
olvidando que por delante
sólo tenemos creencias
que hacemos pasar por pruebas
argumentos tan endebles como el pregonar
—susurrando o a gritos
mediante el sacrificio o el miedo—
cuál será el pago que merecemos
por el pretendido incumplimiento
 
 
(Fuente: Daniel Rafalovich)

Saito Sanki (西東三鬼, Tsuyama, Japón, 1900-Neyagawa, Japón, 1962)

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CUATRO HAIKUS

 

Flores de loto tras el invierno—
el tiempo ha llegado para crecer,
y todas están obligadas a crecer...
 
**
En la abrasadora oscuridad
rodeado de una enorme multitud
espero los fuegos artificiales
 
**
Atardecer otoñal.
Las espinas de un pez enorme
vuelven al mar
 
**
La gente está lejos—
sólo esta media luna de primavera
y mi muerte cercana
 
 
______________________
en "The Fading Golden Age of Japanese Poetry", Akita International University Press, Akita, Japón, 2025. Ed. y trad. del japonés al inglés, Alexander Dolin. Versión del inglés al castellano, Jonio González. En la imgen, Saito Sanki (西東三鬼, Tsuyama, Japón, 1900-Neyagawa, Japón, 1962 / Harvard Review)
 
 

The lotus flowers after the winter—
the time has come to rise,
and all are bound to rise...
 
**
In the hot darkness
among a huge crowd
I am waiting for the fireworks
 
**
The autumn dusk.
Bones of the huge fish
are flown back to the sea
 
**
People are far away—
only this spring crescent moon
and my death are close
 
 
(Fuente: Jonio González)

Chien Chang (China)

 

«Escrito en el muro del maestro Heng Chao»

 

Versión de Juan Carlos Villavicencio



 
 
 
Un camino zen
cubierto de musgo otoñal;
las ventanas heladas abrazan vetas
de lluvia.

La mente verdadera
misteriosamente se integra, 
pero ¿quién aprecia los buenos 
poemas? El rocío lo enfría todo;
sofocan los ruidos de los grillos.
Un viento suave da vida
a las sombras del follaje.

Como si fuera adrede,
se asoman todo el día 
nubes blancas por la ventana.



Pintura original: Montañas de otoño, nubes blancas
de Shen Zhou (沈周, 1427–1509) 


(Fuente: Descontexto)

 

Shu Cai (China, 1965)

 

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DÍAS

 

a los días les salen hojas pero no florecen 
 
fragmentos de tiempo
polvo de lo cotidiano polvo
y olor tangible audible
 
a los días les salen hojas pero no florecen 
 
a alguna gente se la lleva la riada
otra va a la orilla a cambiarse de zapatos
sin tiempo para mirar alrededor
 
a los días les salen hojas pero no florecen
 
hay cabezas que se agitan por la prisa
pollos en jaulas en camiones en desequilibrio
un árbol con migraña por la falta de oxígeno
 
a los días les salen hojas pero no florecen 
 
un edificio a medio hacer
luces innumerables
en el inmenso cielo nocturno
un luminoso muestra la luna
y su precio de mercado
 
a los días les salen hojas pero no florecen 
 
fragmentos de tiempo
polvo de lo cotidiano una
generación seguida de otra
que la empuja por un acantilado 
 
a los días del acantilado les salen hojas
pero no florecen
.....

por Munir Hashemi
 
 
(Fuente: Daniel Freidemberg)

 

Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914 - Santiago de Chile, 2018)

 

De "Poemas y antipoemas", 5 

 



 
 
Preguntas a la hora del té
 

Este señor desvaído parece
una figura de un museo de cera;
mira a través de los visillos rotos:
qué vale más, ¿el oro o la belleza?
¿Vale más el arroyo que se mueve
o la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
o la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
a la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
de ceniza, de humo, de tristeza:
lo que se vio una vez ya no se vuelve
a ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina,
todo envuelto en una especie de niebla. 
 

En  Poemas y antipoemas,  Nascimento, Santiago de Chile , 1954

---
Foto: La Tercera
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942)

 

en la noche sobre la playa










 
 
hay lunas
que pintan de cal las noches,

noches en que el silencio
arde
mientras el viento
hace girar
cenizas en su rueda sin destino.

quedaría hacerse casa,
ordenar los escombros o cavar en las cenizas
la imposible madriguera

morder los labios
para probar el filo
               de los propios dientes

o elegir la mansedumbre
de cerrar los ojos
y esperar

como un caballo en la noche tumbado
sobre la playa,

un caballo caído
                    con la pata quebrada.

***


(Fuente: La comparecencia infinita)

 

Cristian Gómez Olivares (Santiago de Chile, 1971)

 

Vivían dentro de una jaula con paredes electrificadas 

 




Vivían dentro de una jaula con paredes electrificadas
hasta que aprendieran a encontrar la salida.
Después les pusieron un queso por delante
y las obligaron a correr aunque fuera imposible
alcanzarlo. A algunas las llevaron al circo.
A otras menos afortunadas
las observan debajo de un microscopio
con el vientre abierto de par en par sin que nunca
hayan parido. Les inyectan esteroides para mantenerlas vivas.
Una vez por semana, les cambian el agua y la comida.
Y los estudiantes en práctica que las cuidan
y pasan más tiempo con ellas que con sus amigos
levantan la mirada del computador
para comprobar que ninguna esté comiéndose
a sus crías. Después apagan la luz
y vuelven caminando hasta sus dormitorios
cruzando la nieve que rodea el campus
lo cual no quiere decir que hayan dejado de pensar en ellas
cuando se arrojan en sus camas como un bulto
para sacar cuentas antes de dormirse y llegar a fin de mes
La persona que duerme a su lado es la misma que estaba anoche
por lo tanto no es necesario quitarse la ropa interior.
Prefiere apagar la luz porque las clases empiezan temprano.
Recuerda que tiene que lavar, pero ya está oscuro.
Y escribirle a su familia, a la que no ve hace un par de semestres.
Frases como “todo bien por estos lados, el trabajo es increíble,
la ciudad muy linda, no se preocupen por mí:
no he conocido a nadie”. 



Cristian Gómez Olivares. El incendio del Reichstag. Ultramarina. 2024

Ilustración: Gabriele Münter

 

(Fuente: Voces del extremo)

 

Suzanne Alaywan (Líbano, 1973)

 

"Flor de la calle"

 


 
 
 
Si algún día
pasas por una calle gris,
a la que dan sombra los almendros,
y la distinguen una gasolinera
y una escuela,
busca una pequeña flor
en el asfalto,
busca mi corazón.
Mi corazón, que ha huido de mi equipaje
por miedo a un nuevo exilio
y que ha elegido ser
flor de la calle.
 
 

Suzanne Alaywan, incluido en Diván de poetisas árabes contemporáneas (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2016, ed. y trad. de Jaafar Al Aluni).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

 

Kathleen Norris (EEUU, 1947)

 

Oración a Eva

 

Madre de las ficciones
y de la ironía,
ayudanos a reírnos.

Madre de la ciencia
y del método crítico,
ayudanos a mantener la humildad.

Madre de las que escuchan,
esperanza de las que interpretan,
inspiranos a actuar.

Bendecí nuestras metáforas,
para que podamos comérnoslas.

Ayudanos a saber, Eva,
lo único que tenemos que hacer.

Vení con nosotras, musa del exilio,
madre del camino. 

 

Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib

sábado, 1 de marzo de 2025

Javier Adúriz ( Buenos Aires, 1948 – 2011 )

 Javier Adúriz - El nadador

 

Madre patria

 

En el fondo de casa tengo a mamá partida a machetazos.
Vuelve la pobre, no se conforma y me obsede
cada año bisiesto. Los febrero 29, por ejemplo,
la saco de la bolsa, y la llevo a pasear
por lo cerrado de la noche. Después procedo.
No es agradable, es cierto, salir a la avenida olfateando
muerte. Y más, con mamá en los brazos. Me basta
con cerrar los ojos para verla un poco despeinada
hablando de la carestía de la vida. Como si la vida
fuera barata o cara. Qué se yo. Cosas de mamá.
Me encanta, eso sí, cuando nos sentamos a tomar la leche.
Si cae en viernes, me la llevo lejos a almorzar
y me la como con furia. Somos gente de carácter.
Quien más quien menos, en la familia, tiene
algo de ayunador o de caníbal. Estilo que le dicen.
De las pesadillas, mire, prefiero no hablar. Son un cine.
Un espectáculo asombroso, horrible sí y con finales
bruscos. Pero las guardo conmigo: es lo único
que sigue, cuando la miseria aprieta y no hay amigos
o la cana llega, como usted, diciendo no se sabe qué…
Ahora la encuentro en las palabras. Ahí la llevo por partes
en esta forma de lenguaje, un poco enajenado tal vez,
pero tan querible, tan íntimo, que no sabría decirle
si lo prefiero decididamente a mamá. Es más callado,
menos inquietante y no depende de los años bisiestos.

 

 

(Fuente: Presente Griego Revista de poesía)

 

Rita González Hesaynes (Azul, Buenos Aires, 1984)

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Violencia doméstica



 

Soy el vigésimo quinto dictador
de Santa María de las Américas,
el presidente del Fondo Financiero Global,
el líder religioso al mando de periódicos,
canales de TV, rifles de precisión,
billones de suscriptores en TikTok.
Soy el nuevo viejo orden,
el ladrón de cuerpos,
el Khmer Rouge,
el que encuentra un farol en el desierto
y fabrica una bala.
Soy el que experimenta químicamente
con sus subordinados,
el falso demiurgo
del que te advirtieron.
Soy el tentáculo de siempre.
El mosquito que te besa la piel.
 
Sé que he cometido mis errores,
mi pobre ciudadano.
Deja que me redima.
Ámame de nuevo.
 
 
(Fuente: Ricardo Ruiz)

 

Isaías Garde (Buenos Aires, 1964)

 

Noticia de este sábado

Alegría alegría


En la rueda 

del sábado

que está detrás

del sábado 

del sábado este

que gira a contrasábado

fulguran

las fragantes 

finadas


Alegría alegría


Ahí no están

y ahí están

ahora no

y ahora sí

en la rueda 

del sábado este

fulgurantes

fragantes

las finadas


Alegría Alegría


Mañana

probablemente

no será sábado

será otro día


Alegría alegría

 

(Fuente: Isaías Garde - Textos en transición)



 

Jorge Guillén (España, 1893 - 1984)

 

 
 
IV
El balcón, los cristales,
Unos libros, la mesa.
¿Nada más esto?
Sí, Maravillas concretas.
Material jubiloso
Convierte en superficie
Manifiesta a sus átomos
Tristes, siempre invisibles.
 
Y por un filo escueto,
O al amor de una curva
De asa, la energía
De plenitud actúa.
¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce
Sin escándalo dentro
De lo tan real, hoy lunes.
 
Y ágil, humildemente,
La materia apercibe
Gracia de Aparición:
Esto es cal, esto es mimbre.
 
 
(Fuente: Lab De Poesía)

 

Tilsa Otta (Lima, Perú, 1982)

 

 

¿Cuáles fueron las últimas palabras del último tigre de Tasmania?
¿sabía que era el último?
¿entendía la importancia histórica de sus últimas palabras?
¿sabía de la importancia de las palabras?
no, nadie le había enseñado su importancia
para él las palabras no eran necesarias
o eso creía
no pudo llamar al diálogo
apelar, denunciar su caso, pedir clemencia
modificar su testamento
el último tigre de Tasmania no se despidió
al menos no en nuestro idioma
jamás de nosotros


Dos pequeñas islas mirándose fijamente (Mansalva, 2023)

 

(Fuente: Life vest under your seat)

Paul Valéry (Francia, 1871 - 1945)

 

El poema no muere por haber vivido...

Paul Valéry - El poema no muere por haber vivido...

 

 

 

Lenguaje útil: el lenguaje que acaba de servirme para expresar mi designio, mi deseo, mi mandato o mi opinión, ese lenguaje que ha cumplido su cometido, se desvanece apenas llega. Lo he emitido para que perezca, para que se transforme radicalmente en otra cosa en la mente de ustedes; y sabré que fui comprendido por el hecho sorprendente de que mi discurso ha dejado de existir: es reemplazado enteramente por su sentido, es decir, por imágenes, impulsos, reacciones o actos que les pertenecen: en suma, por una modificación interior de ustedes.

De ello se deduce que la perfección de esa especie de lenguaje, cuyo único destino es ser comprendido, consiste evidentemente en la facilidad con la que se transforma en otra cosa muy distinta.

Por el contrario, el poema no muere por haber vivido: está hecho expresamente para renacer de sus cenizas y ser de nuevo indefinidamente lo que acaba de ser. La poesía se reconoce en esta propiedad de hacerse reproducir en su forma: nos excita a reconstituirla idénticamente.

En Teoría poética y estética

 

(Fuente: Biblioteca Ignoria)

José Luis Rivas (México, 1950)

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SALOMA 

                                        para Zaira
 
 
Porque el amanecer fue espléndido
busqué en el firmamento
a la lóbrega Diana de los bosques
con su luz alba que me sé tan bien.
Y no pude encontrarla. No hizo falta
aquella cuyo nombre en el Infierno es Hécate.
El esplendor a solas se cumplía
a lo largo de un mar gris pizarra sin ondas.
Mas no era yo por fortuna ninguno
de los que ya despiertos prosiguen ensoñados.
Tampoco un cuerdo paladín
que anda detrás del Grial o la Centella.
Hallé, sí, en mi silencio solitario
una voz que encendida circula por mi sangre
y ahuyenta ensimismada todas las pesadillas,
una madre tan íntima como amante, una madre
que me sigue en la conca de la oreja
¡salomando una jiga de marinos! ~
 
 

 

(Fuente: Enrique Hernández D Jesús

Hugo Giovanetti Viola (Uruguay, 1947)

 

(“Sólo su sordera lo amó” *)

 

Beethoven aprendió a leer los labios
de las estrellas y se emborrachaba
para escuchar el silencio que amaba
lejos del bombardeo de los agravios
 
de Napoleón y su padre y los sabios
que lo arponearon porque no transaba
con ningún recetario y en su aljaba
todas las flechas eran astrolabios
 
destinados a cazar la alegría
que nos sigue guiando todavía
a corear la explosión de la invencible
 
coronación del dolor y el temible
resonar del tronar en la sequía.
Sólo el espanto espanta a lo imposible.
 
 
(*) Verso de una milonga de Alfredo Zitarrosa.
 
 
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Santos Domínguez Ramos (Cáceres, España, 1955)

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CEMENTERIO ALEMÁN. YUSTE

 
 I
1945 
 
Ahí las tenéis, miradlas:
son las arteras armas de la noche,
apacientan la anchura de la nieve
y el cristal apagado de una campana fría.
 
Son los trenes que silban –tan negros- por el sueño,
y es el olor violento del barro y su horizonte
helado en el que cantan las bocas de los muertos
sus canciones de escarcha que hieren los oídos.
 
Son, mirad, estos hombres, hundidos o tocados
en un juego siniestro de naves por la sangre,
de aviones incendiados en el fondo de un bosque.
 
Cuando flotan las luces tras la niebla,
cuando pisan su sombra y la sombra les muerde
con sus dientes de hielo, con sus desolaciones.
 
II
2005
 
De seis en fondo ahora, la formación de cruces
insiste en recordar al caminante
la estirpe de estas muertes militares,
la raíz malograda que se pudrió en sus tumbas.
 
Cae el hielo de la tarde como antes vuestros cuerpos,
como cayó la tierra sobre vuestras canciones,
como han ido cayendo las hojas de estos robles
hasta dejar ausente su esqueleto de acero.
 
Con la anónima nieve de la muerte,
sobre vuestra tristeza ha crecido la hierba
y esa hierba persiste verdemente
en el sueño invertido de vuestro escalofrío,
en vuestro duro nombre de muertos extranjeros
y en el asombro sepia de vuestra adolescencia.
 
Habíais dejado apenas el mundo de los juegos
para seguir jugando con torpe ardor de guerra.
Para acabar así, convertida ya en mueca
la risa irresponsable que se heló entre las nubes
o devolvió desnuda la crueldad del océano.
 
Para acabar aquí,
lejos de vuestra casa y de su sombra íntima.
 
Aquí, donde conviven la pena y la vergüenza
y la costumbre junta el horror y el silencio
en el último espasmo que heló vuestra mirada
azul y fría y extraña, vuestra última sorpresa
al contemplar de pronto la muerte cara a cara,
tan extraña como estos olivos contra el cielo.
 
Y ahora estáis en la muerte y seguís sin saberlo.
Lo sabe el caminante cabizbajo
que mira conmovido vuestras tumbas
y contempla el sendero que él también cruzará
otra tarde de hielo, sin hierba, pensativo.
 
En un rincón del tiempo se acumulan las zarzas
que acabarán ardiendo en una hoguera fría
con los huesos más tristes de la historia.
 
Y la tierra os ha dado no tan solo reposo:
os da una dignidad que en vida no tuvisteis,
la dignidad del muerto en un bosque extranjero.
 
Porque para la muerte todo suelo es extraño
y un hombre es extranjero en cualquier cementerio
que visiten sus ojos pensativos.
 
Un hombre es extranjero
en cualquier cementerio en que repose.
 
 
(De Las sílabas del tiempo. La Isla de Siltolá. Sevilla, 2012)