En memoria
El largo invierno se consume de repente
en el sirocco de mayo: una clara
fábula gélida que te trae, a su término,
la muerte — así como ahora
las amapolas alumbran una alfombra de sangre.
Y las primeras rosas están cerca de tus manos yertas,
las primeras rosas brotadas en este valle
de azufre y de olivos, junto a los andenes muertos,
vecino a las aguas amarillas de fango
que los griegos juzgaron de oro. Y nosotros
juzgamos de oro tu vida, la nuestra
que nos queda — mientras las golondrinas
urden con su vuelo la noche,
esta triste noche mía que es tuya.
Vivo como nunca
Del viejo claustro entro en el silencio
de tus sendas, entre tus mármoles
que afloran como ruinas
en la verde lozanía de la hierba;
y un pútrido olor a tierra y a hojas
me encierra en el otoño que se estanca en ti,
aunque el sol
fulgure sobre las losas y sus pilastras
o el invierno tirite en los cipreses.
Perpetua estación de muerte: y me encuentro
vivo, abarrotado de palabras
como el histrión ante la tumba de Ofelia;
vivo como nunca, cerca de mis muertos.
Trad. Gerardo Gambolini
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