Miniver Cheevy
flaco ya de escalar las estaciones,
lloraba a veces por haber nacido,
y daba sus razones.
Sólo amaba el pasado en que altanero
corcel piafaba y la espada lucía,
y al evocar un valiente guerrero
bailaba de alegría.
Por todo lo que no era suspiraba,
y descansaba en su sueño indolente,
con Camelot y con Tebas soñaba,
con Príamo y su gente.
Él añoraba el renombre maduro
que a tanto antiguo nombre hace fragante,
lloraba por lo bello, hoy tan oscuro,
y el arte tan distante.
Miniver dio a los Médicis su amor
aunque a ninguno de ellos conociera,
sería empedernido pecador
si él un Médicis fuera.
Él maldecía lo convencional
y daba el traje caqui por basura.
Añoraba la gracia medieval
de la férrea armadura.
Él despreciaba el oro que buscaba,
aunque sin él se sentía molesto;
pero pensaba, pensaba, pensaba
y pensaba sobre esto.
Miniver Cheevy, tarde al mundo vino,
la cabeza rascábase pensando,
tosía y lamentaba su destino
y seguía tomando.
incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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