LA CHOMPA
𝘋𝘦𝘴𝘪𝘦𝘳𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢, 𝘤𝘢𝘮𝘱𝘰 𝘣𝘢𝘭𝘥í𝘰.
𝐊𝐢𝐥𝐥𝐤𝐮 𝐖𝐚𝐫𝐚𝐤’𝐚
El ordinario acto de buscar una chompa
—llegado el frío a una Lima desierta—
puede convertirse en una hazaña plausible,
casi tan admirable como la del ciego de Quíos
o como la de Lope, el polígrafo obsceno.
Desaguisados de una casa grande y caótica...
Aparecen chalecos de tocuyo, gorras de lana,
siniestros y simiescos pasamontañas (me miran
con sus ojos vacíos), calcetines pluriversos,
corbatas enmarañadas de colores imposibles.
Pero no esa vieja chompa de hilo que me gusta,
la que complementa mi sensación de confort
con el café y la leche mezclados, el pan crocante
y la tibia esperanza de hacer un poema atinado.
Y aunque tomo cuenta que la no chompa y el no
texto son ya, en sí y para sí, logros de la creación,
no puedo evitar sentir que si no encuentro esa
prenda azul-marino con delgadas líneas rojas,
algo se perderá irremisible en mi débil escritura
(al menos en esta temporada otoño-invierno).
Tal vez de frío los veleidosos hipérbatos tiritarán
o las aliteraciones antes proteicas ralas se harán;
!acaso las anáforas desaforadas sean del poema!
Tristes consideraciones de un poeta entumecido...
—Mientras tanto, en la gélida cocina, en su reino
de ónticas seguridades, al ritmo del agua pura
y borboteante, silba indiferente la tetera.
(Fuente: Lab De Poesía)
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