miércoles, 28 de mayo de 2025

María Mascheroni (Buenos Aires, 1958)

 

AUNQUE AFUERA NO HAYA NADIE

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sobre Hoy no hay tiempo para la eternidad, María Mascheroni (Hilos Editora, 2025)

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¿“Y ahora qué?”, es la pregunta que como una piedra lanza este libro. Luego de la muerte de su madre la hija se pregunta cómo seguir. Días en que la ausencia no se concibe, en los que la incredulidad y la tristeza como un pequeño abismo dan cuenta de una transformación definitiva.

Y es a través de las palabras que denodadamente se la busca, debido a una intuición clara y potente: “existe un plano inmaterial donde el encuentro con el otro puede producirse”, “un vínculo incorpóreo, sideral, extraterreno”. Aunque la madre ya no esté ciertas inercias siguen; diseminada entre los elementos, las cosas donde estuvo, en las cortezas que se descascaran, en los sueños, cuando suena la música de Bach o Jaqueline Du Pré, escribir estos poemas implica un desafío: “acercarme a otro modo de existencia”. No se trata de recuerdos, dice, sino de no abandonar una conversación.

Especie de diario de duelo, de despedida, de cómo la presencia de una madre persiste o se disuelve a medida que los años pasan, y de cómo cual olas las palabras la siguen arrojando, Hoy no hay tiempo para la eternidad es quizá el libro más directo, más diáfano en el dolor, más valientemente explícito de Mascheroni. Aunque su materia sea lo fantasmal y lo innombrable, acá no se trata de fantasmas sino de manifestaciones, del poder de investir que tienen las palabras.

Cuando la hija sale a caminar la madre la sigue por el barrio, en las rutas cerca del río, o de pronto aparece en un recodo, o le habla en medio de la noche. Al deshacer la casa de la infancia durante la pandemia, con la muerte rondando por doquier, una mujer de 62 años escribe frente al mar, construyendo a su madre “como un castillo de ruinas preciosas”; en su cuerpo advierte los vestigios de ella, de sus edades, la madre es por momentos  un órgano del cuerpo “inextirpable sin perder la vida”.

¿Esa madre realmente no está? ¿O está de otro modo, otras formas de relación y de presencia, como una mezcla inaudita, una nueva aleación, “una suerte de animal fabuloso”?

La pregunta que late detrás de todo esto es si solo existe lo que existe o si nuestra capacidad de invocación, nuestro poder para investir objetos, situaciones, nuestro diálogo con los muertos no es otro real. Aún en nuestra humana capacidad de creación la duda sigue: ¿y si no hay nadie allá afuera?

La poesía es la que hace posible erigir otra forma de presencia, recrear lo que nos ha sido arrebatado, y lo hace no como locura, delirio o autoengaño, es decir, no obturando la evidencia, sino alojándola, sosteniéndola  a medida que recrea lo perdido.  

Escribir los poemas le permite a la hija vivir otra vez “entre las cosas del mundo”. El lenguaje, su insuficiente materia, hacen la vida diáfana y solitaria, “casi representable”.  Como dice Heiner Müller, citado en este libro: “El diálogo con los muertos no debe en ningún caso romperse antes de que entreguen lo que está enterrado con ellos de futuro”.

Mario Nosotti, Florida, Mayo 2025

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HOY NO HAY TIEMPO PARA LA ETERNIDAD

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Comenzó después de su muerte y dejé que sucediera. No se trata de recuerdos, aunque participe a pleno la memoria. Decidí, una y otra vez, no abandonar la conversación. Sucede que hablo de un vínculo incorpóreo, sideral, extraterreno.

La transformación sufrida por ambas partes es definitiva.

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Así es que no está. Se aproxima cada día. Con sigilo intenta acercar la palma de su mano a mi cabeza. Yo me distraigo, pienso: ¿son humanos los muertos madre? ¿o las especies no existen en tus dominios? Y entonces, ¿qué ahora?

La ignorancia me separa de la muerte, empaña los días con una nostalgia protectora.

Hay días en los que no concibo su muerte como algo material y la atraigo hacia mí con toda la fuerza que puedo encontrar en las palabras     descubro en mí una convicción que no conocía: existe un plano inmaterial donde el encuentro puede producirse.

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Antes de saber si ya es el día, de abrir los ojos, pensar: voy a salir con madre, a caminar, a mirar las nubes, los espejos de agua salpicados de aves blancas, los tonos alterados del otoño. Antes, detrás de mis ojos, en la órbita. Antes madre dónde.

*

Son humanos. Los muertos. Son humanos, madre. ¿Sos ahora una suerte de animal fabuloso como en aquella Enciclopedia de las cosas que nunca existieron? ¿Recordás?

Una mezcla, ¿una aleación?  caballo, Dios, ave nocturna, mujer. El rostro un girasol salvaje        una corona de niños como plumas reales.

Un motor de mil caballos avanza por ese mundo prodigioso. Vamos a correr, levanto vuelo en el impulso. Ya no vas a dejarme voy como las cosas que no existieron jamás. Firme a tu lado.

Entonces, los animales fabulosos existen y rodean nuestros sueños.

*

Vivo otra vez esta mañana entre las cosas del mundo. La olla hierve detrás del chillido de un insecto, un grito a lo lejos, las hojas del fresno se demoran, flotan, un vaivén por unos segundos antes de caer.

De esa imperturbable manera existo. Mi vida se ha vuelto casi representable más diáfana y solitaria.

Estás aquí, como los hilos de luz que ahora filtra la persiana o el sonido de los pájaros, entreverada mi tristeza con una serenidad que lo aplasta todo hasta decir: las vidas no dejarán de ser así.

 *

Si pienso que murió, y lo imagino de este modo: que no puede reír, que es un alma en pena –ya no pinta la medianoche y sus caballos–, me estrujo como un trapo retorcido, la quiero de vuelta, viva de la vida aquella.

*

Miro cómo se desgarran las cortezas de esos troncos anchísimos ¿Qué decías, hablaste de los árboles esa vez? Sucede cuando la brisa suave     no parece un llamado, quizás un intento de orientar mi pensamiento inquieto       conducirlo a lo que importa

madre dice obedece a los árboles que olvidan la corteza

Está diseminada entre los elementos y las cosas.

Ayer caminando por las cercanías, vi un árbol confundido en glicina, paré y pregunté en voz alta ¿es una glicina, mamá? como si vinieras a mi lado.

 

(Fuente: Música rara)

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