miércoles, 28 de mayo de 2025

José Carlos Yrigoyen (Lima, Per{u, 1976)

 

tres poemas










 

Esta mañana con Beatriz Eguren



Comparar, yo lo sé bien, nunca ha sido tu estilo,
pero ahora sabes qué cierto es eso que cuando la vista
le comienza a fallar a uno, no queda sino fijarse
en los objetos que se han ido acumulando poco a poco
dentro de esta casa hace más de cincuenta años.
Por ejemplo, el sol. El sol, dices señalando el espacio
gris de la ventana, rueda por el cielo, bruscamente
y sin saber a dónde ir, al igual que mi lengua,
la que se debate en silencio, mientras voy leyendo
mentalmente el poema encontrado en una revista europea,
escrito en un idioma que desconozco,
pero en el que de todos modos algo nuevo podemos
rescatar. Si estamos frente a una declaración que insiste
delante de nuestros ojos en tener algún significado
que no logramos desentrañar, como la canción
interpretada por un desconocido encerrado en el baño,
y nos rendimos a la mitad del intento, somos
dueños de una libertad algo incómoda, que primero
nos mantiene frescos y libres de toda influencia,
como si de pronto fuéramos colores primarios.
Y si estamos comenzando a flotar de esa manera,
a través del humo de los arbustos y los incineradores,
no podremos dejar de reparar en una sensación subterránea
que se separa de sí misma para no correspondernos,
igual al enloquecido capitán de un bote salvavidas
al que rogamos un sitio dentro de su embarcación,
flotando, con nuestros organismos remontando
este mundo tan hermoso como un tumor hermoso.
Por supuesto que no podemos estar así mucho tiempo.
Lo incomprensible —amplios y minuciosos planos
para una boca antigua clamante, digamos, entre las hojas—
no es un goce que se pueda mantener más que unos pocos minutos.
Luego todo se vuelve obvio, como sentir el amanecer
y con él otro día que viene. Cielos siempre azules,
los simples pájaros negros —no los pájaros de la Historia—
como débiles símbolos de algo que conocemos
pero de lo que no estamos muy seguros. En la esquina
oigo cómo una mujer detalla a otra, enseñando la cicatriz,
la mastectomía que le practicaron la semana pasada.
La realidad es un crimen que se comete siempre en nuestro nombre.

 

Apunte para un poema sobre el matrimonio




1 de octubre. Si este amor puede crecer, sólo lo hará
debidamente en el Orden. He dormido hasta muy tarde,
como la primera vez que desperté contigo, hace tres años:
a diferencia de aquellos cuerpos ocasionales que amanecían
a mi lado, desordenados como tablas viejas en la orilla,
recuerdo bien nuestra posición sumisa al abrir los ojos,
que en algunos países pudo ser una forma de rezo.
He dormido hasta muy tarde, he pasado la noche apenas
sostenido en la lectura de la primera oeuvre de Ernst Zundel,
The Hitler we loved and why. Leyéndola puedes encontrar
la gozosa disposición de quienes fueron desnudados en la puerta,
lavados y purificados al igual que los veloces ratones
del sembrío, amontonados sobre el fuego solamente para destruir
el elemento mortal que heredaron de sus antepasados.
Zundel imagina esas almas liberadas escapando por el ducto,
como por una especie de vacío circular. Yo pienso, más bien,
que el exterminio es un río que acepta la perfecta sincronía
de unos muchachos sobresalientes en el manejo de los remos.
El exterminio es mi negativa a respetar lo imperfecto.
(Y si la variación continua es el estado natural de la mente,
Zundel de esa manera convierte las flores en sonido.)
Nada de esto servirá cuando me encuentre frente a ti.
Sólo me salvará llevar el poema hasta sus propios márgenes,
pedirte perdón por todos esos vicios en los que te inicié,
aceptar que se necesitaron dos para hacer de este amor
algo tangible o al menos verificable, que no pude hacerlo solo.
En el interior de la Iglesia aguardan nuestros padres,
nuestros amigos, la nostalgia del guardián de la torre de vigía,
los horribles nombres de los sobrevivientes. Aquí quedan
todas las cosas que para ser definidas deben estar ausentes. Aquí
mi plegaria entre los automóviles estacionados. 1 de octubre.

~

Primicias del mundo

[i.m. John Berryman]



El desastre del cuerpo se sienta a escribir. Toma conciencia
de los demás y decide entrar en comunicación con ellos. Sabe
que la urbe ha sido construida para el prójimo: por eso se recluye,
por eso escribe sobre esta actualidad que, como la talidomida,
desprende brazos, dispone a los médicos al borde del colapso,
desentierra hombres y mujeres para su estudio, se blinda
en una historia inacabada. El desastre del cuerpo lo escuchó alguna vez
y está de acuerdo: la vida es corta, brutal y nunca está de nuestro lado.

Hay contraventanas por donde es posible atisbar la evidencia.
Los drogadictos ocupan un lugar destacado en la trama. Cuidado
con la gente de las alcantarillas: vienen por usted. En Port-Louis
una esposa mata a su marido al encontrarle fotos con otra mujer
más joven que terminó siendo ella misma. Las escolares japonesas
rinden el examen médico en un gimnasio a la vista de todos.
Deben desvestirse ante la ambigua funcionalidad de la justicia.
El encierro nos ha puesto de un humor lascivo.

El presidente de Nauru y sus artilugios complicados y monstruosos.
Dos fundadores del Partido de la Caridad son reconocidos en la calle.
Fueron insultados y agredidos por una multitud de padres de familia
hasta que encontraron refugio en el baño de un restaurante chino.
La foto de unos cazadores desgarrando un okapi en la página seis.
Como los árboles sin hojas, suspendidos sistemas nerviosos,
la ultraderecha crece. Gana los escaños que entorpecen el objetivo.
Los diarios nos dedican titulares que son hornos crematorios.

La Corte Suprema prosigue operando en su tensa resurrección.
A punta de pistola, obligó al violador a desnudarse y procedió.
Ahora los niños están muy tristes por perder a su amigo.
El desastre del cuerpo no puede confirmar eso. Pero lo sospecha.
También percibe y difunde el terror institucional que ahoga la luz,
los depósitos de plasma que se pudren en los puertos paralizados,
los discursos que alimentan la noche de los desórdenes raciales,
y, como una mentira, restituye la forma de un mundo aparte.

***

Círculo de Poesía
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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