TERCO OLVIDO ALEJANDRINO
si acaso no hubiese sido que quise olvidarmelá.
Y a pesar de que ahora quiero recordarla, no me dice
mi cerebro perezoso, de esa dama, la verdad.
Y así estoy: sin una pista que me permita evocarla,
pero queriendo extrañarla como un tesoro perdido,
como si fuese su ausencia –el polvillo de su olvido–
el diapasón de estos días: ¿se llamaba Luisa o Carla?
¿La habré amado en otra vida, siendo cangrejo o pingüino
y es por eso que mi olvido fue involuntario y preciso?
¿Y por qué ahora tengo hambre de un recuerdo tan petiso
y tan carente de brío como un eunuco argelino?
Mi corazón trastabilla en esa vereda oscura:
la memoria es una puerta sin llaves ni cerraduras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario