El erizo de mar
subyace
así en la lluvia
como en rocas
y derrames de petróleo.
Indiferente,
tahúr, operador de Bolsa.
No le llueven
cerrazones,
tiembla lo necesario,
detesta a los peces herbívoros,
pululantes y aburridos,
se carga de electricidad,
envidia y sujeta manos
que las anguilas estiran
al por ahí,
se desmarca en la cancha,
no es temeroso ni alcohólico,
no degusta alimentos salados,
grasas y tendones no le son afines,
es nítrico, desvanecido,
ortomolecular, bifronte,
peso atómico específico 234,
tiene ojos tan ocultos
que no ve,
se suelta de pájaros,
un malabarista
en las crestas de las olas,
y cuando se le da por volar,
vuela dando berrinches en la noche,
un bebé reclamando la papilla,
desmadejado, pulido,
compañerazo,
refulgente,
elegante y seductor,
tiene novias en bahías
y caletas,
en baja y altamar,
risa fácil, cáscara dura,
constelado,
helicoidal,
y cada vez que blanquea
sus adherencias al agua,
se afortuna,
se calza la gorra vasca,
bebe de la bota
y la emprende a piñas
con esas palometas tan molestas,
pretensas de poder
y homogéneamente vulgares.
- Inédito-
De "La vitrina de Esopo"
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