lunes, 27 de diciembre de 2021

Nicanor Vélez (Colombia, 1959 - Barcelona, 2011)

 

A diez años de la muerte de Nicanor Vélez (2011-2021) Instantes para un insomnio (2004)

I

Nicanor Vélez

 

 

Sólo el que asciende

siente la fuerza del abismo.

Éste es el camino ascendido;

el precipicio:

descenso desde el punto cero.

II

Del tiempo

-la común circunstancia de vivir

instantes sucesivos-

sólo tenemos la certeza de su nombre.

III

Y el tiempo se vuelve precipicio humano

por el que caemos sin vértigo ni gloria,

y nos tornamos bestias sin recuerdos.

IV

El tiempo se condena

en este sueño que postergo.

El deseo roza las pupilas

y una silueta se consume.

V

Del abismo surge

un silencio:

campanilla en suspenso.

VI

En el laberinto de las mil y una puertas:

la multiplicidad te inmoviliza.

VII

La incertidumbre es el lado equidistante del azar.

VIII

El silencio sale a consolarnos

del último grito de los muertos.

IX

Una voz que tiembla entre un silencio turbio

se detiene

mientras un rayo cae

y los reúne

dejando un silencio de cenizas.

X

A veces la voz es más que abismo:

Silencio sin fuente

y fuente en el silencio.

XI

Todos los días

-como un altivo sauce se derrumba-

Caen

las fauces de un intenso

y prolongado grito.

XII

Lo mejor, tal vez, hubiese sido dejar que el tiempo se hiciese cargo del olvido. A fuerza de girar sobre éste, la espiral del recuerdo fue construyendo su propio laberinto: grietas abiertas, voces inconclusas…

XIII

Seres en los que la pasión reluce

como el escudo de un guerrero casto.

XIV

Quiebra mi inocencia con la ira de ese monstruo:

y sólo lograrás reproducir mi espíritu

en miles de cristales

pefectamente alados.

XV

… y yo que a veces me trepo

en la frente del delirio. }

XVI

Caminamos vulgarmente

con zapatos de bronce.

XVII

Continuamente giro mis ojos hacia adentro como si contemplara el mundo sumergido. Siento un olor lejano como si fueran grutas en la humedad del mundo.

XVIII

Hay puertas que se cierran

como párpados

para no volverse a abrir.

XIX

A Gabriel García Márquez

La fantasía subyuga,

la imaginación redime.

XX

Su voz se esparcía

como una arruga

naciendo en el espejo.

XXI

Voy a hacerme diminuto

como una flor silvestre

cuando lucha.

XXII

Cuerpo de espíritu y de carne

como una estalactita

tentando el espacio del vacío.

XXIII

He reposado inquieto

en los rincones del silencio.

XXIV

La ironía es esa cuerda que se extiende entre la verdad y la muerte. Ansias de ser y violencia de no ser.

XXV

A Adolfo

Definitivamente, no sobra repetirlo, sólo queda en nosotros aquello que vivimos al borde del abismo: fuerza, delirio, huella que se cristaliza, salto mortal, a veces extravío: abrazo que se entreteje entre el instante de gozarnos y esa mueca burlona de nuestra propia muerte que nos provoca a diario.

XXVI

Viajar:

dejar que el espacio

sea tiempo.

XXVII

Incierto, como un meteoro

que sólo espera su caída terrestre,

su hundimiento violento,

para entrar, eternamente,

a su estado de reposo.

La luz que parpadea. México. Ediciones Sin Nombre. 2004. Págs. 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71.

 

(Fuente: La Mecánica Celeste)

 

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