sábado, 25 de diciembre de 2021

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947)

 

 

PARTE DIARIO
 

Ayer y hoy
nos empachamos
de navidades,
años nuevos,
pirotecnia de cuarta,
turrones y alcoholes.
 
Otro día,
de esos que el calendario
marca en rojo, o no,
será
del Redoble por Rancas,
o el Mundial
de los Petirrojos,
del Artesano
que Puso Bien un Clavo,
del Dino Jurassic Park,
de Ortiz o Mondaca,
del Barranco que Voló la Megaminería,
del Auto Fantástico,
del Turrón Cárneo,
y cualquier huevada que
se les ocurra
a un conocido o desconocido
centro comercial,
centro distractor,
centro al pedo,
a un luthier florentino,
a la vieja KGB,
a Yahoo Noticias
o el Gaucho Plateado;
y ahí estaremos,
atentos
sensores electrónicos,
anegando el café de la mañana,
de efemérides y felicidades por doquier,
hojita de almanaque
con huevadas que revientan
la simple sucesión numeral.
 
Está claro:
las 365 jornadas,
de Sodoma estuve tentado escribir,
exigen ampliar su contenido,
las fechas ilustres
se acrecientan,
alarma mundial de vasallaje,
memorialismos,
panegíricos
y burdas glorificaciones.
 
Digresión:
propongo
meses de 800 días
a razón de 30 recordatorios cotidianos,
o en su defecto,
amnesia planetaria
obligatoria
o vacuna a esos fines. 
 
Y por dentro y por fuera,
las cenizas
que el mundo nos arroja
a la cara
como
una venganza empolvada,
seguirán
taponándonos la boca
y los ojos. 
 
El corazón
es otra cosa:
una almohada
en llanto vacío,
un carbón
que se pierde
en lumbre y fuego modesto,
el corazón
necesita
que lo hurguemos,
que lo despleguemos
sobre una mesa pelada,
le extraigamos aquello que respira
a medias
y pide otro aire,
un corazón en pelotas,
arañando y arañándose,
en pelotas,
despojándose del cuero viborón,
expuesto a sí mismo,
y luego vendrá
la única copa de vino
bajo este cielo hastiado
de nosotros. 
 
 
 

- Inédito-

 

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