/ Poemas de tres libros
De Canción del samurai, 2004:
Coro
La prolijidad, desdichado lector,
no se corresponde con la índole
de mi carácter. Me maldispone
trabajar de prólogo, (amén
de este atavío arlequinesco).
Digo: como pueblo
soy una caricatura del primer mundo.
Debiera componer un mundo, ¿no?
Ahora salgo para advertir una razón:
la melancolía no era el único pasto
de las aves. Comedia o no,
cada quien arrastra el trayecto de su risa.
Lo supo Aristófanes, frente a la amargura
ateniense; y el inefable Fidel Pintos,
cuya fealdad sin palabra
nos consolaba de nosotros mismos.
Está dicho: para un pueblo joven, lo risible
compromete innumerables músculos.
Leda llora el cocoliche
Meledetto il Kaiser, Leda, perqué llorá.
No ai visto qui a arribato il signore
Pane... El mismo, cittadino a la Floresta,
coloquialista americano, tutto un bardo...
No, no e' un ganso. Lo ganso sono ansare
qui grídano di notte e moléstano la cuadra.
Leda, Leda, abrile le gambitte, si e'
un capomastro di prestigio, alto e forte:
un vero Jove... Ma qué importa si usa
cocoliche. Noi, no siamo tan nobile, ¿no?...
¿Cóme que volete un argentino?
¡Mala pécora, si questo paese dá merda!
Guardáte al Gínsbero, nene, lo bitinique,
que me si'strola la verdolería.
De La forma humana, 1999:
Puerta
Ahí estás, cerrada igual que un párpado,
como si detrás no hubiera
un evaporado país, tronar de un corno
de la fantasía:
llanura,
mueca o sonrisa
para cada ahogado acontecer.
Raja,
con esplendor vibrando
en el hábito de lo efímero,
cada línea, cada línea,
como el dolor
pidiendo aire, corriendo el cerrojo
de una indestructible
eternidad
desmantelada.
Merry melodies
Pobre Penteo, sos un cocodrilo.
Batís tu cauda con un ritmo tierno.
Hundís el pecho, entrás en el infierno
de la palabra dicha con estilo.
Cursás, igual que un nauta, el codicilo
moviendo las manitas y los remos;
tu piel se ablanda, obra del eterno
remolino del río detenido.
Mientras, en torno tuyo unas formitas
efímeras se visten de grotescos
sobando al dios amor. De pronto miran.
Ves tu tierra y hermanos, la colina
burda de lo real: llevan honestos
tu cabeza deforme en una pica.
Para Daniel Fara
Club
Quizás sea la luz tiranía distinta
Cavafis
Un ladrido corrupto rebota por las mesas.
No es la batalla de Accio
pero igual un comité exige
desde una especie de púlpito.
Los botines de los circunstantes
sostienen el compás
hasta que el cubilete vuele
y alguien escupa los dados.
Y a quién le importa.
Ahítos de una felicidad crüel
babean, mugen, sonríen.
Aunque la luz repique en los vidrios,
-cantamos- otro golpe de dados
y nos trague la noche.
De Solos de conciencia, 1985:
Solos, vertiginosa condición...
Solos, vertiginosa condición
de solos, salida cerrada
que no se comprende, que no consigo
mudo, a redobles de sangre,
comprender.
El deseo, el amor
que hubiste por las cosas, humo
disolvente de todo el pasado,
de todo este hoy
que ya fue y que será
y que ahora es aire.
Porque quién puede, quién acierta
acaso
a descifrar la vida,
este cuerpo de imágenes
que a diario mueren
desde tus ojos,
al hombre detenido
y su cigarro acabándose,
tanta pasmosa sucesión
de carne y espíritu
en su decadencia.
Ahora estás cerca, hermano,
y todo pasa
o queda; uno tras otro
quedan, por buscarse,
hombres y días
abrazados a su ceniza eterna:
como vos, como yo, precisamente
solos de conciencia.
Elogio de nosotros mismos
Nosotros, los que mentimos a diario,
los que encarnamos el difícil arte
de la locuacidad vacía,
nosotros, los embaucadores
de sordos,
temblones mediocres del infinito
abismo, los artistas consumados
de la transmutación y la astucia,
raza de enanos
irredentos, de perdularios
a domicilio, nosotros,
los sabios, los mezquinos, paralíticos
de la alegría, los entusiastas
del odio, los magníficos,
los elegidos desde siempre
para juzgar y condenarnos.
Deliciosa inteligencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario