Las armas milagrosas
la arcada más bella es un chorro de sangre
la arcada más bella es una ojera lila
la arcada más bella se llama noche
y la belleza anarquista de tus brazos en cruz
y la belleza eucarística y llameante de tu sexo en cuyo nombre saludaba la barrera de mis labios violentos
había la belleza de los minutos que son las joyas en liquidación del
bazar de la crueldad el sol de los minutos y su bonito hocico de loho
que el hambre hace salir del bosque la cruz roja de los minutos que son
lampreas en marcha hacia los viveros y las estaciones y las fragilidades
inmensas del mar que es un pájaro loco clavado muerto en la puerta de
las tierras cocheras había hasta el terror tales como el relato de julio
de los sapos de la esperanza y de la desesperanza podados de astros por
encima de las aguas allí donde la fusión de los días que permite el
bórax da cuenta de las lamparillas gestantes las fornicaciones de la
hierba que no se deben presenciar sin precauciones las cópulas del agua
reflejadas por el espejo de los magos las bestias marinas para ser
tomadas en el hueco del placer los asaltos de vocablos todas troneras
humeantes para festejar el nacimiento del heredero varón simultáneamente
con la aparición de las praderas siderales en el flanco de la bolsa con
volcanes de agaves de despojos de silencio el gran parque mudo con el
agrandamiento silúrico de juegos mudos con las angustias imperdonables
de la carne de batalla según la dosificación siempre por rectificar de
los gérmenes que deben destruirse
escolopendra escolopendra
hasta el párpado de las dunas sobre las ciudades prohibidas castigadas por la cólera de Dios
escolopendra escolopendra
hasta el desastre crepitante y grave que arroja las ciudades enanas
delante de los caballos más fogosos cuando en plena arena levantan
su portón de rejas sobre las fuerzas desconocidas del diluvio
escolopendra escolopendra
cresta cresta moldura rompe rompe en sable caleta pelambres en aldea
dormidos sobre sus piernas de pilotes y safenas de agua cansada dentro
de un instante se producirá la derrota de los silos olfateados de cerca
el azar rostro de pozo de condotiero ecuestre con charcos artesianos y las cucharillas de los senderos libertinos por armadura
rostro de viento
rostro uterino y lémur con dedos excavados en las monedas y la nomenclatura química
y la carne dará vuelta sus grandes hojas de banano que el viento de los
tugurios fuera de las estrellas que señalan la marcha hacia atrás de las
heridas de la noche hacia los desiertos de la infancia fingirá leer
en un instante se tendrá la sangre vertida donde las luciérnagas tiran
de las cadenillas de las lámparas eléctricas para la celebración de los
compitales
y el infantilismo del alfabeto de los espasmos que hacen los grandes ramajes de la herejía o de la connivencia
habrá el desinterés de los transatlánticos del silencio que surcan día y
noche las cataratas de la catástrofe alrededor de las sienes sabias en
migración
y el mar retraerá sus pequeños párpados de halcón y tú intentarás
apoderarte del instante el gran feudatario recorrió su feudo a la
velocidad de oro fino del deseo por los senderos de neuronas observa
bien si el pajarillo no ha ingerido la estola el gran rey atónito en la
sala llena de historias adorará sus manos pulquérrimas sus manos
levantadas en el rincón del desastre entonces el mar retornará a su
incómodo lecho apretado cuídate de cantar para no apagar la moral que es
la moneda obsidional de las ciudades privadas de agua y de sueño
entonces el mar se sentará a la mesa muy suavemente y los pájaros
cantarán muy suavemente en las básculas de la sal la canción de cuna
congolesa que la soldadesca me ha hecho olvidar pero que el mar
piadosísimo de las cajas craneanas conserva sobre sus láminas rituales
escolopendra escolopendra
hasta que las cabalgatas vagabundeen por los prados salinos de abismos con el murmullo humano rico de prehistoria en las orejas
escolopendra escolopendra
hasta que no hayamos alcanzado la piedra sin dialecto la hoja sin
torreón el agua frágil sin fémur el peritoneo seroso de los anocheceres
de manantial
en Les Armes miraculeuses (1946), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. y trad. de Aldo Pellegrini).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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