martes, 2 de noviembre de 2021

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

Los columpios

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Mira
en las plazas las palomas de lo eterno
las invencibles palomas
se posan sobre el columpio
donde el Niño, ya viejo
Niño de la guadaña
Niño del abecedario prohibido
Niño proletario
aprende el ajetreo de los días venideros
el sino trágico y el feliz retorno de la dicha.
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Sube y
baja, Niño
sobre este mundo temprano
que las cosas ya han sido dichas para siempre
que las estás diciendo
Niño brujo
Niño ala de cuervo
Niño que curvas el universo con tus manos
hasta tensarlo
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Verás, aquí las cosas no son tan diferentes
el agua hierve en la pava
la sombra pende mansa del ciruelo
los relicarios de la tristeza con los que jugamos
el pan de cada día
la piedad ajena
¿sabes, Niño?
nosotros también nos balanceamos
en columpios que suben hasta el cielo
y ahí nos quedamos
como estrellas de mar secadas al sol
y nos emborrachamos
y nos abrazamos como soldados después de la guerra
porque es tan vasto el olvido
tan grande la sordera
que apenas nos quedan los dedos de una mano
para contar aquello que amamos.
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Y lloramos, reímos
nos hacemos tatuajes que luego aborrecemos
abrazamos al amor como un barco que se hunde
y después nos comemos, mansamente, las manos y las piernas
como si sólo nos alimentara
nuetra carne en la desgracia.
Y saltamos charcos
ciudades
amores
mendigos y
suicidas
y nos diagnostican bipolaridades
enfermedades incurables
diabetes
sífilis
gonorrea
algunos hasta morimos y caemos a pique
como ángeles desnutridos
en pleno tránsito.
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Pero no, no estamos locos, Niño
ni vinimos al mundo a hacernos daño
sucede que nunca nos fuimos del todo
de la patria de la infancia.
 
 
 
 

(Fuente: Grata palabra)

 

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