lunes, 29 de noviembre de 2021

Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932 - 2004)

 

 






De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar

arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego;

después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó

ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos

desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,

como rosas, como ratones que volvieran del infinito,

todavía, con las alas.

Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:

"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".

Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía

calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance

de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó

la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,

el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.

De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,

arriba de las calas.

 

Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante.

A veces, al mediodía, cuando el sol embriaga -si no, nunca

nos atreviéramos-, mi madre y yo, tomadas de la mano,

íbamos por los senderos de la huerta, hasta pasar la línea

casi invisible, hasta la vid de los monjes. La uva erguía

bien alto su farol de granos; cada grano era como un rubí

sin facetas con una centella dentro. Ellos estaban aquí y allá

con las sayas negras o rojas, y parecían escudriñar diminutas

estampillas, grandes láminas, o meditar profundamente sobre

el Santo de esos lugares. A nuestro rumor alguno dirigía

hasta nosotras la mirada como una flecha de oro o de plata.

Y nosotras huíamos sin volvernos, temblando bajo

el inmenso sol.

 

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se

alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la

noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.

Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,

con rizos, vestido celeste.

Un picaflor le trabaja el sexo.

Ella brama y llora.

Y el pájaro no se detiene.

 

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,

que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos

en aquel tiempo.

Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como

el fuego.

Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con

pie punzó.

Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose

una a cada boca.

Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba

en la noche a buscar doncellas.

Y nunca la eligió.

 

Árbol de magnolias,

te conocí el día primero de mi infancia,

a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador

de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.

De ti bajaron los ladrones;

Melchor, Gaspar y Baltasar;

de ti bajaban los pastores y los gatos;

los pastores, enamorados como gatos,

los gatos, serios como hombres, con sus bigotes y sus ojos de enamorados

Esclava negra sosteniendo criaturitas, inmóviles, nacaradas.

Virgen María de velo negro,

de velo blanco, allá en el patio.

Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa, todo eres, con tu

eterna

juventud, tu vejez eterna,

niña de Comunión, niña de novia,

niña de muerte.

De ti sacaban las estrellas como tazas,

las tazas como estrellas.

Estuvo oculto en tus ramos el Libro del Destino.

Te has quedado lejos, te has ido lejos.

Pero, voy retrocediendo hacia ti,

voy avanzando hacia ti.

Te veré en el cielo.

No puede ser la eternidad sin ti.

 

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de

hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica

creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros

niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.

Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.

Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.

Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo

cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?

Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un

hombre alto se irguió y se marchó.

Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado

prodigiosamente en una caja.

 

 

(Fuente: La Parada Poética)

 

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