domingo, 28 de noviembre de 2021

Mirta Rosenberg (Rosario, 1951 - Buenos Aires, 2019)

 

 

LA CONSECUENCIA

 

Esto es un árbol. La raíz dice raíz,

rama cada rama, y en la copa

está la sala de recibo

de un mirlo que habla.

 

La mesa donde escribo

—una fiesta de solteras—

está hecha de madera de ese árbol

convertida por el uso y por el tiempo

en la palabra mesa.

 

Es porque da frutos que caen

y por el gremio perenne de sus hojas

que se renueva el árbol

y que existe la palabra árbol:

 

aunque a veces el bosque

lo oculte a la vista, lo contiene

el árbol en la palabra árbol.

 

Y no es que éste sea un poema abstracto.

Es que las palabras se repiten entre sí

por el sentido: son solteras y sociables

y de sus raíces crece un árbol.

 

RETRATO TERMINADO

 

The art of losing isn’t hard to master.

Elizabeth Bishop

 

 

Es una manera de decir

quiero quedarme sin palabras,

perder sin comentarios.

 

Hasta cuándo voy a hablar

de lo que ya no está.

 

De la que ya no está

viéndome escribir de ella.

¡Y con esos ojos!

 

También yo de noche los abro

y miro el silencio

en la oscuridad

donde el retrato termina

sin que lo alcance a ver

 

y pienso

y pienso

y pienso

 

en temas como vos

que no parecen tener

vencimiento,

 

en tu deseo de llegar a casa:

con la llave preparada,

aferrada a la puerta del taxi,

te dejabas caer en tu puerta

casi con la voluntad incierta

de una hoja en otoño,

 

esa clase de vencimiento,

y esos ojos más bien dorados

de los que decías en las descripciones

ojos verdes. Para mirar

cada ocasión con buenos ojos

que no me miran más,

aunque los recuerde.

 

Y ahora

quiero quedarme

sin palabras. Saber perder

lo que se pierde.

 

O eso parece.

 

Parece que las dos

nos hemos quedado sin madre:

yo sin vos

vos sin ella,

 

y sucesivamente,

como eslabones perdidos

y encontrados por un rato

con los padres,

 

pero ésa es otra historia

que está mejor contada

en la foto de casamiento

para la que palabras

nunca tuve,

 

como si fuera anticipo

de mi propio vencimiento.

 

De los padres decías que el tuyo

tenía ojos verdes,

como vos, tu nieto Juan,

y nadie los tenía del todo

aunque merecían tenerlos:

tu manera

de embellecer el retrato

era tu manera de verlo.

 

De ella decías en cambio

desde su muerte no fui la misma,

y ésa sería tal vez tu manera

de no terminar el retrato.

 

La palabra no.

 

Lo mismo digo yo.

 

Aunque también se diría una ocasión

más bien vulgar: en general,

todos nos quedamos sin ella,

y esa ausencia de luz parece

descansar los ojos

sin vaciarlos. Los anima,

 

o los vuelve hacia la oscuridad,

que es donde el retrato termina.

 

Dijo mi padre de la suya:

nací con ella y ahora

voy a tener que morirme

solo. Y después

lo hizo.

 

Dijo mi maestro de la suya:

me pasé toda la vida para tener

la letra de mamá. Y después

la tuvo.

 

Era un dolor perfecto:

hablando de ella,

hablaban de sí mismos.

 

O eso parece.

 

Parece que perder

no es un arte difícil:

los muertos de verdad de uno

son víctimas amadas de los vivos.

 

De lo que cada uno dijo.

 

EL TIEMPO – DOMINGO 21

 

Les hablo a los sentidos. Sé

que no tengo razón y a veces no salva

el gusto, Lengua, por las palabras.

 

Soy una sílaba impuesta

sobre el Sentido del Mundo.

 

Una preposición mínima.

Sobrepuesta, contrapuesta,

una Apuesta del Ser apósita

del Verbo.

 

Hablo con los sentidos. Hay matices

levísimos que cambian el sabor total

del alimento, o totalmente

el sabor del alimento.

 

Y el gusto de la cocinera

es sólo una conjetura,

 

una rosa

que es una rosa construida con un tomate

es una rosa

metáfora para las papilas,

 

primero para las pupilas.

 

 

El alimento de tu alimento,

Lengua, es tu alimento.

 

La inspiración necesaria

 

También la hormiga que cruza la ventana

lo respira. Y el helecho del balcón lo hace,

sitiado por hormigas que respiran.

 

Se respira por experiencia.

 

Aunque la primera inspiración

haya sido inducida, involuntaria,

no recordada, yo, ustedes, nosotros, nadie

estaba en trance. Inspiramos para expirar,

como el orden de la sintaxis, se quiera o no,

porque la vida va en ese sentido. Sustantivo,

adjetivo, artículo del verbo respirar,

y el pronombre sujeto a la inspiración

o el objeto de ella.

 

Si te inspiro soy tu musa

y poeta si me inspiro a mí misma.

 

Los pronombres se llenan

del significado del momento

y todos vamos de aquí para allá.

Ella, la hormiga;

el helecho, él;

yo sujeto de la enunciación

que rara vez conjugo el verbo

nacer en primera persona del presente.

 

Ya lo hice y ahora respiro.

 

 

 

(Fuente: La Parada Poética)

 

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