UN FRAGMENTO DE: LOS POETAS CUANDO SE EMBORRACHAN PARECEN UNA FAMILIA
Decálogo de recomendaciones:
Primero. No emperrarse en publicar en editoriales de primer orden comercial. Afortunadamente, el comercio poético es de baja intensidad.
Segundo, Cuidarse de las caídas. Si te subes a una nube poética, procura que cuando caigas lleves el paracaídas a la espalda. Por ejemplo, Si caes en Madrid / que Sevilla aguante el chaparrón / Huelva aminore el resbalón / que Ayamonte te sostenga / y la Isla te duerma en alfombras de camarones alertas a los silbidos de la corriente en las compuertas interiores de los caños. A esto le llama Eladio Orta, base poética.
Tercero. No mosquearse con los editores cuando te devuelven un libro, con acuse de recibo, agradeciéndote el detalle de haberlo mandado a su editorial, pero, por motivos x, imposible de publicar. Te pasará muchas veces, y alguna vez, con el paso del tiempo, le agradecerás al editor en cuestión el atino poético de devolverte el bodrio putrefacto.
Cuarto. Escribir sin condicionantes externos. Y solo dejarte llevar por el otro, el que te acompaña en el desvelo. Además, el poeta es un mero traductor.
Quinto. No escribir para premios, ni para corriente literaria, ni para nadie. Quitarse de la cabeza esas ideas atrayentes de que los premios son la salsa de la poesía.
Sexto. Nunca pronuncies, Fraguar una carrera literaria. Habla de intentar seguir escribiendo y de tener el cuaderno siempre a mano.
Séptimo. No contestar por obligación a las cartas de los lectores, o poetas neófitos, o poetas aficionados, o poetas de galaxia superior. El poeta no es un escribidor de cartas. Y por educación deben dejarlo escribir tranquilo. Que nadie se moleste, por favor, yo solo escribí cartas en la santa puta mili. Bueno, si a aquella amalgama de cicatrices garabateadas en el desperfecto de las órdenes impuestas se le podía llamar cartas. El poeta escribe versos, no cartas.
Octavo. Desechar los tópicos, La infancia, último paraíso, suena mal y A los veintisiete años todo está escrito y vivido, suena a ignorancia.
Noveno. No escribas para los otros. Escribir para los otros no ayuda a conocerse. Escribir para nadie te compromete.
Décimo. Nunca cuentes con escribir el libro de tu vida. Nunca lo vas a escribir y, si lo escribes, no te vas a enterar porque ya estarás muerto. Los buenos libros los escriben los muertos. Ya no molestan. Esto sigue mañana.
Martín Latorre / Eladio Orta
Los poetas cuando se emborrachan parecen una familia
Ediciones de Baile del Sol
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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