AYER ESTUVE EN EL MANICOMIO
AYER ESTUVE EN EL MANICOMIO
Hágase el poema imprescindible
(voy a los gritos por la calle
subiendo los dos escalones de granito
de los viejos almacenes de los barrios,
o los treinta y ocho escalones de mármol
de las catedrales,
o los cincuenta escalones engomados de los subtes).
Voy con un megáfono:
-Hágase el poema necesario!-
Tropiezo con las baldosas sueltas de la plaza,
me doblo los tobillos al bajar los cordones del asfalto
recién terminado.
Es que no voy mirando!
Invito a todos los que esconden un poema
a publicarlo urgentemente.
Sáquenlo a las veredas y siéntenlo en una reposera
para que tome aire, que así es
como se ventila a los locos, a los oligofrénicos
a los ancianos,
o a todo lo que guarda historia y sabiduría.
Pásenle también un mate y un bizcocho,
pero por favor, déjenlo hablar...
-¡Compañero poeta! ¡Libere su palabra!
Suéltela como quién suelta globos,
excarcélela como a una presa política,
échela a rodar
como una jirafa desbocada en la multitud.
Ahora, caen lágrimas de mis ojos,
y metáforas de los bolsillos
mientras detengo el tránsito
con una pancarta en blanco.
-¡Liberen la palabra!- les grito cuando corta el semáforo.
-Sí! Déjenla que salga y muerda el corazón
de
las mentes y las manos,
qué veloz y entusiasta arremeta torpemente
contra los arcoiris,
contra los unicornios y la mare en coche;
que trepe a los árboles en pollera
y se ensucie hasta el alma comiéndose las moras.
-Un segundo, señor, déme un segundo.
Estamos buscando
a la palabra extraviada,
a la palabra herida,
a la secuestrada
en los hospitales neuropsiqiátricos prostituída en los noticieros.
Me responden a los bocinazos, eso ya es algo!
Otros se acercan tímidamente con un cuaderno,
una hojita,
una copia hecha a mano.
Han dejado su vida de casados con el tedio,
de separados
que se extrañan,
de cantantes frustrados, de pan de ayer,
reciclado como budín de pan.
Se acercan felices o indignados,
¡qué más da!
Abandonaron el sillón de sufrir y se van sumando
cada cual con su poema en la mano
y una mansa complicidad
de feligreses excomulgados.
Cada cual con su palabra y con su verso libre,
de pecado, de métrica,
de sodio,
y de todo lo que hace mal al corazón.
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