MÁSCARAS
¿Qué baila
detrás de nuestras frentes?
¿Quién vela
al otro lado? ¿Qué nos espera?
Nadie. Nada
Solamente
una luz fuliginosa.
O nuestros
brazos como remos de inmóviles mareas.
Ni punto ni
círculo ni línea
ni la barca
del tiempo.
(Yo no sé
si la voz no es más que un sueño
Ni si el
amor es un casto paroxismo de amapolas.)
Yo sé que
las estatuas sorben llanto en la arboleda.
Yo sé que
el otoño acumula silencio en las botellas.
Yo sé que
en la estación los guardagujas duermen.
Solamente
un solsticio de sordas mariposas,
o inútiles
carruajes con teas de tinieblas,
o
esqueletos de gallos
cantando
eternamente por albas que no rayan.
Mujeres sin
sombra, apariciones,
espejos
insondables con lentos naufragios a distancia,
y fuegos
fatuos, y en las landas
el tierno
gemido de las mandrágoras recién arrancadas,
y el
siempre y el jamás ardiendo juntos.
Ni torres
ni molinos
ni el tórax
misterioso de las tardes.
¿Para qué
las cabelleras desplegadas
como
estelas sobre el mundo?
¿Para qué
los púlpitos, las bazas,
los óvulos,
los cascos, los marbetes?
(¿Y las
águilas inmunes de alta mar?
¿Y los
granos - óleo y luz – de los sarcófagos?)
¿Para que
los mástiles, los cables,
las
epístolas, las gafas, las briznas de los nidos,
el agua
magnetizada, los muñones,
las
escuadras de cuencas vacías, los gramiles,
las
sinuosas membranas briscadas de los armarios,
las
filacterias , la sal, los meteoros?
¿Es caso, inútil
la esperanza?
¡Embestid
contra las rodillas doradas de la muerte!
¡Combatidla
cuerpo a cuerpo!
¡Ella corta
con su espada el alambre que nos ata al fuego puro!
¡Nuestra
insomne navaja de alaridos
contra su
hilo indestructible de silencio!
MUCHACHAS DE ROMA
A
Giuseppe Ungaretti
Muchachas intensas como vitrinas.
Precarias como lápidas de nieve.
Muchachas como los árboles inmobles del otoño.
Pálidas como espigas. Delgadas como llaves.
Muchachas exangües con cerezas silvestres en la nuca
agujereada,
y sombra en los hombros de esmeril, y cepilladuras
azules en el pubis.
Muchachas fósiles con espaldas de aire denso o
laminado
y sedantes falanges enjoyadas de liquen y sal gema.
Muchachas fértiles
fabricadas de arena bruja y niebla y lacre derretido.
Muchachas delicuescentes como los oblongos escaparates
de la Via Due Macelli, encuadrados
por guirnaldas de nostálgico flúor a las siete de la tarde, cuando el
crepúsculo trasfunde sangre de mar en los áticos, y por las azoteas, como
briznas de gasa pulverizada, silentes bayaderas platican por señas, y
lentamente ascienden, fascinadas por el imán vertiginoso de la monotonía, hacia
los tiránicos moldes desolados (galaxias, constelaciones) cuyo auxilio
impetrarán los yacentes fundibularios de Ostia y los amantes del Trastevere, la Via flaminia, Piazza Spagna, la Via Appia, Ponte Milvio, Tivoli divino y el
luminiscente Gianicolo de mi juventud
varada.
Muchachas sonámbulas como vitrinas.
Muchachas comedoras del loto del silencio.
Muchachas desnudas como ventanas.
Muchachas lancinantes como lámparas de desahuciados.
Sus cabelleras: garras de hilo;
sus corazones: palmeras;
sus piernas: pérfidas cucharas;
sus pies: nidos de sortijas licuadas por la luna.
Muchachas solitarias como vitrinas en medio del páramo
o las landas.
Muchachas lívidas con plumas de alciones en las
sienes.
Muchachas con el busto descubierto bañado en
plombagina.
Y alondras de oro mudas tras los barrotes ígneos de
las costillas.
Muchachas impacientes como relojes fluviales.
Muchachas trémulas como los vagones traslúcidos del
viento.
El silencio os impregna de luz las cabelleras
espesas como el vino de Frascati, largas como el
Tíber.
Muchachas ignotas como vitrinas.
¡Inminentes como la aurora!
(Fuente: Sol negro)
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