martes, 29 de septiembre de 2020

Silvia Montenegro (La Plata, Buenos Aires, 1961)

 

 

El borde: el filo del mar

3

En tu casa del mar hay dos puertas.
Por una entra el cuerpo
por la otra el cerebro.
Afuera, en el pequeño jardín
amanece un crucigrama.
En el sillón rojo,
tus manos rotas.

4

¿Ves el muelle?
¿Ves cómo nos dice adiós?

7

El secreto es irse.
Siempre nos estamos yendo, madre
somos la tarde entre libros frente a la ventana.

11

Los chimangos destriparon la masa gris.
Piernas solas corrían entre las cárcavas
sin recordar lo que sostuvieron.
Entonces la luz,
la felicidad llegando desde la arcilla.
 
 
 


El borde: la frontera invisible

3. Line up

–¿Dónde está el placer?
–En la espera.
–¿Qué esperás?
–El borde.
–¿Cuál?
–El blanco, el sagrado, el espumoso.
–¿Se mueve?
–Es lo alto en movimiento.
–¿Qué hay en lo alto?
–El corazón.
–¿Qué mira el corazón desde la cima?
–Lo que de cerca no puede.
–¿Por ejemplo?
–La tierra luminosa.
 
 

                                                             a Diego


El borde: devenir animal

2. Castor

Vos fuiste antes, vos eras antes
de nacer.
Vos llevabas tu escama, tu cara fea, tus bigotes
largos
antes del mundo.

Nadie te quitó lo salvaje cuando la boca sagrada se abrió.

Qué alabanza.
Qué veloz nadador bajo el planeta luminoso.

Nosotros los peregrinos
nos protegemos en la sombra de un aguaribay,
nos miramos la esbeltez, el rostro impasible,
hablamos de felicidad.

Vos sumergís la cabeza en el agua,
nosotros la escondemos.
 
 
 


El borde: la orilla del tiempo

5. Canción

En su música me llevó a tocar lo que rompí
y con mi mano sana escribí lo roto.
Después me apretó como aprieta el amor
y nunca más nunca más
pude hablar.



                                                                      a Martín


El borde: la incertidumbre

2. All you need is love, cantan

Cuando el liquidámbar perdió sus hojas
ya te habías ido
habías dejado tu cara detrás del humo.

¿Hay alguien en este frío
en estas piernas que me duelen?

Tomábamos un vino dulce hasta el borde
y creíamos que la vida era sólo el vuelo de un zorzal.

Todavía me deslumbra lo que desaparece.

Pero me duelen las piernas
y no puedo caminar
para alcanzarlo.
 
 
 


El borde: el límite del mundo

4. Sitio

No estaba escrito que quedáramos vos abajo
y yo en la superficie.
¿O yo abajo?

Madre,
en el sitio donde estoy
lo esencial no es la palabra.
Es el murmullo a descifrar.

No llores.

No es la muerte.
Es depurar la pisada.
La juntura de lo mínimo con lo mínimo.

No es la muerte la muerte.
Es la osadía de imitar al lince.

Crear el ritmo.
Contar los segundos entre la calma y la contracción.

No estés triste.
El universo se abre hacia adentro.

Somos dos en la inmensidad.

                                                                                    a Teresa





El borde aquel

1. La línea rota

No olvides esto: no puedes volver atrás.
                                                J. J. Cale

Guardamos la tristeza detrás de los ojos,
un escondite de piedad ciego y azul.

Siempre a punto de morir
y sin embargo
no nos morimos.

Vemos esqueletos de ballenas en las nubes,
a veces la belleza es ese hastío.

Algunas noches cenamos con Dios
y reímos hasta el amanecer.

El punto álgido es el sol
encandila el tiempo. Lo quiebra.

Cuando queremos regresar,
no tenemos casa.

Acontecen caracoles entonces
nos tapa un agua roja
nos crecen gajos.

Somos multitud
somos el Everest
nos deslizamos en balsas de nieve.

Tocamos el hilo de sangre en la alfombra
la alfombra es inmenso lago
desde ahí miramos la única estrella.
 
 
 

  El borde, Silvia Montenegro, Editorial Prueba de Galera, La Plata, 2019.

 

 

(Fuente: Los poetas no van al cielo)

 

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