miércoles, 30 de septiembre de 2020

Arthur Rimbaud, (Francia, 1854-1891)

 

 

      El Relámpago




      ¡El trabajo humano! explosión que ilumina
mi abismo de vez en cuando.

      “Nada es vanidad; ¿hacia   la   ciencia, y adelante!,
exclama el Eclesiastés moderno, es decir Todo
el mundo. Y sin embargo los cadáveres de los
malvados y de los holgazanes caen sobre el corazón
de los otros… ¡Ah!  rápido, un poco rápido; allá lejos,
más allá de la noche, esas recompensas futuras,
eternas… ¿las eludiremos?

     –¿Qué puedo hacer? Conozco   el trabajo; y la
ciencia es demasiado lenta. Que la plegaria
galopa y la luz brama… bien lo veo. Es demasiado
simple y hace demasiado calor; prescindirán de mí.
Tengo mi deber, pero me enorgullecería como muchos,
dejándolo a un lado.

      He malgastado  mi vida. ¡Vamos! Finjamos, holguemos,
¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos, soñando
amores monstruosos y universos fantásticos, quejándonos
y combatiendo las apariencias del mundo, saltimbanqui,
 mendigo, artista, bandido, –¡sacerdote! Sobre mi lecho
de hospital, el olor del incienso retornó a mí tan potente;
guardián de aromas sagrados, confesor, mártir…

      Reconozco en todo esto la sucia educación de mi infancia.
¡Y qué!... Andar mis veinte años, si los otros andan veinte años…

      ¡No! ¡No! ¡ahora me rebelo contra la muerte!
El trabajo resulta excesivamente liviano para mi orgullo:
mi traición al mundo significaría un suplicio demasiado breve.
A último momento atacaría a diestra y siniestra…

       Entonces. –¡oh! – pobre alma querida,
¡la eternidad no se habría perdido para nosotros!





Versión castellana de Oliverio Girondo – Enrique Molina.
 
 
 
(Fuente: Alpialdelapalabra)

 

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