miércoles, 30 de septiembre de 2020

Leonardo Sciascia, (Sicilia, Italia, 1921-1989)

 

 


Invernal

 
 
El día soplado en un vidrio turbio,
las cosas frágiles y opresivas: quizás a un grito
los árboles caerán con un sonido estridente,
y caerá gélida la luz. Pero brusco
el sol desciende como una cuchilla
en la calle abierta a los vientos
y relumbra en las tiendas antiguas.
Existir — rasguñar
la plancha de plomo del hastío,
pedirle al plomo
su ilusoria alma de plata,
a un tajo de luz que brille
como en las tiendas las cosas viejas.
 
 
 
 

Family reunion
 

Todo está igual en esta habitación,
el reloj detenido hace años,
las porcelanas sobre los muebles,
las fotos rodeando los espejos,
las lámparas sin gracia en las repisas:
y siempre el brasero de cobre
al que convoca el regreso de los días fríos.
Como encerrados en un arca de tedio,
permitimos el tiempo devastador.
Podríamos olvidar toda palabra,
dejar que el silencio nos salve
y la memoria se desangre
hasta que un fuego seguro nos reciba.
Pero el perro alza confiado el hocico,
vieja angustia en las pupilas;
y en los ojos de los otros me reconozco
sin piedad — pena de exilio
que disuelve el tiempo humano en sílabas acres.
 
 
 
 


Hic et nunc

 

Soy una estatua mutilada
en el fondo de un agua clara.
Encerrado en un gesto — y quebrado.
Sólo un temblor de cosas
reflejadas — árboles que se enredan
y vuelan con rapidez — puede darme
ilusión de tiempo,
mutar la nada en palabras.
 
 
 
 


 Insomnio
 

La risa estridente de la Noche
se abrió en el silencio
como una vena mortal.
Y me oculté en mí,
ciega presa asustada,
sin memoria ni esperanza de luz.
Ahora, en este amanecer que tienen las casas,
el pueblo es como un navío que zarpa:
en su nítida arboladura
se engancha por mí una vela de muerte.
 
 
 

(Trad.: Gerardo Gambolini)

 

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