EL
FUTURO DEL BAILE
¿A
quién nos dirigimos?
Según
quienes sean, los niños
trabajan
en los campos. Las vacaciones
están
a la vuelta de la esquina
y
ellos esperan que la vida siga igual
muchas
mañanas seguidas. Date prisa, máquina de coser,
y
logra sin tardanza lo que se espera de ti.
Los
peces saltan parcialmente fuera del agua. Y el aire es nuevo.
Antes,
ilustres forasteros nos abordaron
(según
quienes sean) y nos invitaron a sentarnos
para
escucharles como se escucha un cuento. Y en el cielo,
fuentes
caídas nos regaban los pies
mientras
su historia farragosa lubricaba los aires
y
las parras que en ellos se removían.
Nadie
espera que la vida sea una sola aventura,
y
sin embargo, a la inversa, nos sorprendemos cuando se vuelve
decepcionante,
como
suele pasar con las historias cuando el contar va más rápido
que
la situación. Date prisa y duerme,
es
lo que sugiero. Y si resulta solitario,
la
canción no se habrá marchado para nada.
Bosquecillos
pintados hacen más por la destreza
que
minaretes y azoteas. Las bicicletas reviven los paisajes
a
los que ponen banda sonora. Mejor un acordeón
silencioso
que un coro de arpas, ya sea en un sentido
u
otro, gotas de cristal sollozante
que
se quedan colgadas tan pronto la noche urde su clima.
Las
escenas más anodinas eran siempre las más lejanas,
pero
estas hojas que se fruncían en nuestras manos,
higo
y ortiga, sobreviven en un surco del tiempo
que
los relojes no pueden deshacer, ni la fortuna saquear.
Traducción:
Jordi Doce
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