Uno quiere morir
con dignidad
y pechito afuera,
uno se engalla
de pirinco y escarapela,
y de un tajo que no se ve,
nos parte la cintura
por mitad y por arranques,
entonces
se nos cae el símbolo patrio
el alfiler y el celeste cielo.
Se nos atora la voz
y enrollan los sentidos,
ya no están
los actos
y las sinvergüenzuras
que supimos repartir,
se agruman los glóbulos
y las contracciones del bobo,
y allí andamos,
como ese corcho
en la iracundia
del Cabo de Hornos,
y somos
ni siquiera espuma o idea.
Uno ya no busca
lleno de esperanzas
el desembolso del aire,
el foro
y la plaza del mercado.
- Inédito -
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