Canto a Quetzalcóatl
Canto a Quetzalcóatl
Ah, hermoso Quetzalcóatl,
señor de la blancura y la nobleza:
de albo traje sembrado de cruces:
simbolizan las cuatro direcciones del mundo.
Él se adorna con plumas de quetzal verdes y doradas.
Su intención estuvo puesta
en las cosas hermosas de la vida.
Nos hizo comprender
que de las posesiones del hombre
lo más precioso es el aliento
que da vida al humano, animales y plantas.
Él lo da, no lo arranca.
Él dice: quien quita la vida
no alberga grandeza ni bondad.
Fueron justas y bellas sus palabras.
Xiuhcóatl, Serpiente de Fuego
asoló mucho tiempo los campos,
padecimos hambre y sed;
por siete años sufrimos la sequía
que rompió nuestras tierras
y enflaqueció los cuerpos.
Quetzalcóatl se acercó a los chichimecas,
quería unir al hombre en armonía:
les dijo: chichimecas seamos hermanos,
no hagamos escarnio al desvalido
y usemos el vigor en el trabajo
que el poder del gobernante
sea para crear progreso entre los pueblos.
Pero el chichimeca
es bestia nómada y cruel
no se deja formar; no es tolteca
no tiene "rostro y corazón".
Serpiente Emplumada ayunó cuarenta días
sobre la gran pirámide,
quemó incienso y copal
al dios que nos da vida y poder.
Quetzalcóatl, Genio de los Vientos
triunfó sobre Xiuhcóatl
ÿ envió la lluvia a nuestra tierra:
la fertilidad la cubre de piel nueva;
otra vez somos centro de abundancia.
Edificó adoratorios en cada una
de las cuatro direcciones de la tierra.
Al Oriente mira la Casa Dorada,
no tiene encalado, en su lugar
planchas de oro bruñido la cubren;
por dentro la adornan conchas y caracoles.
Mosaico de turquesas y esmeraldas
de gran admiración al Oeste.
Al Sur señala un edificio
con muros de plata y conchas.
Del Norte es la Casa de Piedra colorada
con jaspe y caracoles.
Otra casa nos dio Quetzalcóatl
que se nombra Quetzalcalli:
Plumas amarillas visten
el aposento del Oriente:
el color del sol levante y el fuego
allí donde es Tlapallan "lugar de la aurora";
la piel con que se cubre Xipe Totec
y el color de Xiuhtecutli:
el que tiene la cara amarilla.
De labor de pluma de un ave
de azul fino, pegada en mantos
a manera de tapicería,
es la casa que mira al Sur:
color de los cielos a mediodía.
Pluma blanca en penachos
hay en la Casa del Oeste:
el color del vestido de las diosas terrestres
y de la piel de Quetzalcóatl.
El aposento del Norte
es de pluma colorada
el color de Mictlantecutli.
Al centro del Quetzalcalli, circular recinto,
son las puertas de los cuartos de plumas:
ahí todos vamos a meditar
enviamos cantos y danzas al Dador de la Vida,
envueltos en copal y al percibir
la belleza, el ser encuentra la Neztiliztli
–elemental y huidiza como el viento–
que vive en nosotros y no vemos.
Sólo así somos dignos de buscar
el principio Tloque Nahuaque.
Él tal vez algún día recordará a su creatura
efímera y frágil como espuma de mar;
así regresaremos triunfantes
de la fría "Región de los Descarnados".
También fue llegado Ce Acatl Topiltzin
sumo sacerdote del dios
de las plumas preciosas.
Él nos enseña a respetar
al dios único que nada exige
sino serpientes y mariposas,
música y cantos le placen.
Él nos enseña a hilar,
a bordar flores, a pintar en los libros,
a esculpir la piedra.
Él es nuestro Sacerdote-Rey-Dios:
el hombre es amigo y protector
el sacerdote posee la perfección.
A los cuatro puntos cardinales
los adoratorios elevan sus cantos:
Él se recoge ahí, medita, ora y ayuna,
encuentra la sabiduría y el arte
que comparte a sus vasallos:
es dios del conocimiento.
Los tlamacazque imitan su piedad,
se bañan en agua helada, oran,
anhelan alcanzar la perfección.
El puro, verdadero Quetzalcóatl
aprendió en Oriente los misterios
del Inventor de Sí Mismo.
Dejó en Yaxchilán su palabra,
reinó en Teotihuacán y Xochicalco,
ahora a Tula ha venido.
Como todos los dioses es ubicuo y eterno
es uno y muchos a la vez.
Quetzalcóatl, el Dios del Oeste y Señor de la Aurora
trajo la riqueza a Tula.
Inventó la cuenta del tiempo,
nos enseñó oficios nuevos;
nos entregó el conocimiento,
para construir nuestro nombre.
(Fuente: Arqueología de México)
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