“Le dije que le diera para adelante”
En la estación de servicio, reinaban las sorpresas desagradables por los precios.
Las vidas de los residentes cambiaron.
Me dolía la cabeza de tantos bulevares.
La lejana ensenada
se congela cuando le corresponde.
La alimentación defectuosa se repliega como una antena,
helicópteros, vidas por centavos
entregadas también a estos placeres:
me veía a mí mismo, una porción de mezquindad
que se perdía entre el polen de la arboleda.
El derecho de estos ciudadanos a guardar silencio:
cortar cosas en pedazos, aportar evidencia, cambiarlo todo.
Traducción Ezequiel Zaidenwerg
(Fuente: Ricardo Ruiz)
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