COPIADO DEL DIARIO DE MI PERRO
Esta mañana, mi amo me sacó a la calle,
olfateé cada metro de la cuadra
y oriné puntualmente en cada árbol.
De paso, dispersé a los mirlos,
que habían bajado a picotear semillas,
coqueteé con la perra de enfrente
y me eché a tomar sol en la vereda.
No dejé, por supuesto, de atacar al cartero,
ni a los repartidores de volantes,
ni a las ruidosas motos de los jóvenes.
Por la tarde, ya tascado mi hueso,
fui a reposar al cuarto de los libros,
donde mi amo escribía un nuevo poema.
¡Porque mi amo siempre escribe poemas!
Él sabe que la gente desdeña la poesía,
que, a menudo, ni siquiera la entiende,
pero eso poco y nada le importa;
él escribe sin esperar que lo ovacionen.
Escribe de día, de noche, en duermevela...
Muchas veces, enrollado a sus pies,
puedo ver que trasuda cuando escribe,
como si forcejeara íntimamente
o alguna cosa le pesara dentro.
Yo no sé a qué responde el fenómeno,
pero algo excluyente lo demanda.
Sí, aunque parezca inverosímil,
escribe como si fuera a alumbrar
un enorme hipopótamo.
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