martes, 26 de octubre de 2021

Piedad Bonnet (Antioquia, Colombia, 1951)

 

 

CANCIÓN DEL SODOMITA

 

                                                      Habrá una grandísima peste...

                                                                                              Éxodo, 9,3.

 

Han izado el amor. Lo están clavando

coronado de ortigas y de cardos.

Le han cortado las manos, han echado

sal y azufre en sus pálidos muñones.

Ah, mi joven amado, el tiempo es breve.

Suenan ya las trompetas e iracunda

la luna enrojecida afrenta al cielo.

Déjame acariciar tu frente ardida en sueños,

contemplar para siempre tus párpados violeta.

Deja que desanude mi deseo,

que coloque la palma de mi mano

sobre la rosa hirviente que florece en tu pecho.

Ah, mi joven amado que duermes mientras huye

la multitud con un largo sollozo:

una lluvia de sangre cae sobre Sodoma.

Dame tus muslos blancos, tu axila, el dulce cuello,

antes de que en silencio se deslice

el ángel con su espada de exterminio.

 

NI LOS SUEÑOS...

 

Ni los sueños, donde tu rostro tiene todas las formas de la dicha.

ni el sol que tanto amo sobre mi cuerpo desnudo,

ni la grata canción del antiguo trovero enamorado,

ni el verso de Darío ni el verso de Quevedo,

ni esta luna que brilla con brillo de alcancía,

ni tu nombre por otros pronunciado,

ni el eco de mis pasos en la inmensa catedral solitaria,

ni el rosal que yo siembro con mis manos y me sangra los dedos,

ni las noches insomnes,

ni tu dulce retrato mentiroso,

ni el tiempo, -ese falsario de mil rostros-

pueden calmar mi pena de no verte.

 

SÓLO PUEDO ESCRIBIR DE AMOR...

 

Sólo puedo escribir de amor.

Salgo a la noche

respiro su aire tenso, sé que vivo.

Con su canto monódico me seducen los grillos.

Y es la noche sin ti lo que yo escribo.

En el verso me abstraigo.

y allí el amor es sangre y meteoro,

es la espada que hiere, es sal y madrugada.

Breve es y bello y mentiroso,

y eterno y falso y dulce y verdadero.

Y yo sólo sé hablar de la tormenta

que estalla entre tus besos.

Ebria y multicolor

en anodinas calles la ciudad multiplica

mil rostros pianos y una sola mueca,

y abre sus tristes puertas a la noche.

Todo está allí para que la palabra

aprese un llanto, un árbol, la monstruosa

soledad de sus calles vocingleras.

Y yo tan sólo escribo

de la tarde sin ti y de mi tristeza.

 

CONFESIÓN

 

Para tus ojos

quisiera yo beber el dulce azogue,

y amanecer cubierta de polvo de metales

como una joven faraona muerta.

Robarles su color a los almendros,

y hundiéndome en el lodo feraz de los pantanos

lustrar mi desnudez

para tus ojos.

Recuperar la luz de las espadas

y hacerla batallar en mis pupilas.

Tomarme espléndida

como una esclava etrusca, cuya cabeza calva

perturba el sueño de los mercaderes,

como iracunda araña al sol del mediodía,

como la dentadura feroz de los guerreros,

como el líquido

despertar matutino de las dianas.

 

( Pero todo esto no es sino literatura

y debo resignarme a sonreírte

sin existir, quizá, para tus ojos. )

 

EN CONSIDERACIÓN DE LA ALEGRÍA

 

A qué llorar, me digo,

todo estaba previsto

me muerdo las falanges

los asombros por qué

miro la luna

ajena y sola y sobria en su talante

si desde siempre

desde el nacer, desde el morir, y en cada hora

pacientemente crece el hilo, crece,

y también crece la baba del gusano y la piedra

atravesada aquí,

bebo y saludo

y soy cordial con mi vecino ciego

pues no son tiempos estos dados a patetismos,

ni es elegante

exhibir el dolor.

 

A qué llorar, me digo:

sería

inoportuno con la muchedumbre

que ríe afuera con su risa de siglos.

 

DESOLACIÓN

 

Ese sonar de aldabas me levantó del sueño,

sobresaltó mi corazón dormido.

Cuánto ruido trajiste a esta casa:

Qué músicas extrañas,

qué silencios no oídos.

Todos los corredores se poblaron de ti

y olvidaron de golpe su soledad de siglos.

Un aroma de mar invadió las alcobas

y a un día tembloroso se abrieron sus postigos.

Ese sonar de aldabas sobresaltó mi noche,

rompió candados y rompió cerrojos.

No podía saber que cuando el aire

barriera el polvo en todos los rincones

y de olor a manzanas se llenara la huerta,

te marcharías sin sonar de aldabas,

dejando tus silencios

y las puertas abiertas.

 

INTENTAMOS...

 

Intentamos.

Alguno descubrió

entre el hollín y el polvo una marmaja,

o en noches muy oscuras un resplandor lejano.

¡Tanto sueño perdido,

tanta esperanza rota,

tanto para tan poco

y tanta pena!

Y apenas unas gotas de miel,

licor ninguno.

Una canción lejana, los retratos

ajados de remotos bisabuelos,

y palabras, palabras astilladas,

palabras mutiladas por el tiempo.

 

 

(Fuente: La Parada Poética)

 

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