La plaga se apoderó de nosotros y de la tierra debajo nuestro,
se levantó como un hervor, encerrándonos dentro.
Esperamos y los cielos azules se retorcieron por un tiempo
volviéndose negros de muerte.
La plaga se apoderó de nosotros y de las sillas debajo nuestro,
dio un paso con cautela al entrar a la habitación,
(estábamos discutiendo de Yeats); se detuvo por un momento
luego sonrió y nos hizo morir.
La plaga se apoderó de nosotros, se rió y nos reproporcionó,
nos hinchó hasta un vertiginoso y desacostumbrado tamaño.
Morimos prodigiosamente; dolió por un rato
pero dejó una cierta tranquilidad en nuestros ojos.
Traducción Juan Arabia
(Fuente: Ricardo Ruiz)
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