martes, 26 de octubre de 2021

Muhammad Al Magut (Salamiya, Siria, 1934 - Damasco, 2006)

 

Bella
Poesía, inmortal cadáver, me aburres.
Líbano arde,
brinca cual yegua herida al borde del desierto
mientras yo busco a una chica robusta
para rozarla en el autobús,
a un hombre de rasgos árabes
para derribarlo en cualquier sitio.
Mi país se desploma,
tiembla desnudo cual cachorro de león
mientras yo busco un rincón retirado
y a una aldeana desesperada para seducirla.
Diosa de la poesía
que penetras en mi corazón cual cuchillo
cuando pienso que compongo poemas
a una chica desconocida,
a un país mudo
que come y duerme con cualquiera.
Puedo reírme hasta que la sangre
fluya por mis labios.
Yo soy la flor letal,
el águila que golpea a su presa sin piedad.
Árabes,
montañas de harina y placer,
campos de balas ciegas,
¿queréis un poema sobre Palestina,
sobre conquista y sangre?
Yo soy un hombre extraño:
tengo el pecho de lluvia
y en mis ojos ausentes
hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.
Estaba hambriento,
escuchando la triste música
y dando vueltas en la cama cual gusano de seda
cuando saltó la primera chispa.
Desierto: tú mientes.
¿Para quién es esta muerte púrpura
y la flor recogida bajo el puente?
¿Para quiénes son estas tumbas
inclinadas bajo las estrellas,
esta arena que nos das
cada año cual cárcel o poema?
Ayer regresó este héroe de labios delgados
acompañado por el viento, los tristes cañones
y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.
Dadle un anciano o una prostituta,
dadle estas estrellas y las arenas judías.
Allí
en medio de la frente
donde cientos de palabras agonizan
quiero la bala de gracia.
Hermanos,
he olvidado vuestros rasgos,
aquellos seductores ojos.
¡Dios mío!
Cuatro continentes heridos en mi pecho.
Creía que conquistaría el mundo
con mis ojos azules y mi mirada poética.
Líbano: mujer blanca bajo el agua,
montañas de pechos y garras.
Grita, mudo,
alza los brazos
hasta que estallen las axilas
y sígueme.
Yo soy el barco vacío,
el viento cubierto de campanas.
Sobre los rostros de las madres y los cautivos,
sobre los versos y metros decadentes
verteré fuentes de miel,
escribiré sobre árboles o zapatos,
rosas o muchachos.
Aléjate, desgracia,
bello muchacho encorvado.
Mis dedos son largos cual agujas
y mis ojos son dos héroes heridos.
Desde hoy no habrá versos.
Cuando te derriben,
Líbano,
y se acaben las noches de poesía y frivolidad
dispararé la bala en mi garganta.
 
 
 
 
versión directa del árabe de María Luisa Prieto
 
(Fuente: Patricia Damiano blog)
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