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La mesa de escribir a veces está cubierta de piedras.
De piedras de soledad. Todas nacen de la soledad. No
se mezclan con otras. Tienen una dureza que no es de
este mundo.
En días así, no me deja ni apoyar un papel, ni encontrar
un lápiz.
La primera reacción es sacar, una a una, esas piedras.
Una a una. Pero me quedaría sin manos.
Bien pensado, creo que es mejor dejarlas. Así. Ahí.
Donde crecieron y crecen.
Y que la mesa se fusione con las piedras.
Y que sea toda ella un paisaje de viva, de viva soledad.
De creciente, magnánima, magnífica soledad. Un pozo
infinito y sin nombre.
Un espacio que guarde el silencio de las cosas muertas.
Un sitio donde dar espacio a la agonía.
Donde la sombra del vivir pueda estirarse, estirarse, y
respirar.
Donde todo lo asesinado, callado o negado pueda
sembrar su semilla, dar sus frutos ingrávidos, abrir
sus flores oscuras o cubiertas de sangre.
Total, siempre puedo escribir en cualquier lado.
Tirada en el piso, al lado de la mesa, como al
borde de un abismo, puedo atrapar algún sonido,
escuchar lo que dice una cáscara al caer, o una
semilla rezumante y podrida.
Y anotar, anotar, anotar todo lo que pueda.
De: "La mesa de escribir", Ediciones Cartografías
Sobriedad
Limpio, lavo, sacudo, tiendo, extiendo, seco, asoleo, corto, desmenuzo, hiervo, cocino.
Me vuelco sobre todas las cosas -utensilios, trapos, desecho, alimento- y todas las cosas corren -casi respiran- en mí.
Como
si piedras, filos, roces, olores, tramas, texturas me rasparan. Y así
crezco como un río, rápido, salvaje, -limpio y me limpio-, deslizándome,
cayendo así, suelta, desprendida, desde la cumbre hasta los valles de
esta vida.
Al limpiar, algo que no sé, que nunca sabré, recupera, poco a poco, luz, brillo, pulcritud, sobriedad.
De: "Bailar en el fuego", Ediciones la yunta, 2020
Enlaces: Emma Gunst | Brunch poesía
(Fuente: El Poeta Ocasional)
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