sábado, 30 de octubre de 2021

Pablo Ananía, (Rosario, Santa Fe, Argentina, 1942)

 

Diría Girri


 

Lo que se dice me decís
es lo real, la lengua que articula
las conductas, subvierte
lo visible, conduce a revelar
algún misterio.
No el Bayley me decís
o el Tuñón: para mí
la playa sola del arte.
Exasperada, irracional,
en ella residuos
de un lenguaje
ateo, lo que del arte
religioso no envejece.
Decís o maldecís el error
de haber nacido, tu yo
en mitades, una inmortal
mitad inmaterial, ajena,
incorruptible.
Otra realista,
de un modo semejante
evangélica
pero decidida a violar
el orden de la casa,
el lecho del marido,
el alma femenina.
Voz de ruptura decís,
la odiosa verdad
de que la muerte es obra
de quien de la muerte habla.
La idea de que no hay distancia
entre mi yo, la palabra,
y lo que nombra la palabra.
De tal condena
no se salva
aquel cuya mano alzada
en puño aspira
a ser conciencia
ni aquel otro sagaz
cuyo cínico rezo
conduce a la demencia.
No se salva
el literato fascista
ni aquél que oscila
entre la ternura y la ironía.
No, poeta, no se salva
el que adivina su esencia,
no se salva
el que ve lo que no ves
ni el ciego guiado
por un ciego.
Un acto de condena
la escritura, un ciego
guiado por un ciego,
un dios hermafrodita,
cositas que ambos
hacemos en secreto.
 
 
 
 
(Fuente: Ricardo Ruiz)
 
 


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