lunes, 1 de junio de 2020

Juan Octavio Prenz (La Plata, Argentina, 1932)



Prólogo necesario
 
Con la palabra hay que ser cruel cínico
maltratarla
no concederle la caricia que te hará
su esclavo
Si la has creado impíamente para que
te sirva
¿a qué vienen ahora estas debi-
lidades de eunuco?
Con la mano derecha la pluma
Con la izquierda el látigo
No le dejes levantar cabeza porque
estarás perdido
 
 
 
 
 
Don de ubicuidad
 
Se puede llegar a las profundidades (claro
está sin olvidar el principio de rotación)
Se puede llegar a las alturas
En lo uno y lo otro
(así lo quieren los libros)
discurren el dolor y la frustración
el llanto y la soledad
A la alegría
aprendizaje subversivo
le han reservado la
superficie
 
 
 
 
 
1984
 
Es imprescindible cierta práctica de la medicina
Treinta y siete hombres y tres mujeres aspiran
a verdugo en N. J.
Algunos tienen diplomas universitarios
Sólo cuatro serán los afortunados
Actuarán en pareja
Cada uno aplicará su inyección al condenado
a muerte
Sólo una contendrá la sustancia letal
Por la noche besan a sus hijos y los cubren
con una manta más porque ya ha comenzado
el invierno
 
 
 
 
 
Cosas en su lugar
 
El régimen ordenó degollarlo
legal y dignamente
por escribir versos inarmónicos
y alentar contra nuestro modo cristiano
de vida
Hoy tres estudiosos demuelen sus palabras
descuartizan sus textos diseccionan sílabas
para demostrar la armonía de sus versos
y su modo cristiano de vida
Vuelven a asesinarlo
Esta vez
ilegal e indignamente
 
 
 

Decisiones mínimas
 
Transplantaremos branquias a los hombres
¿Para qué río o qué mar?
Les pondremos alas
¿Para qué cielo?
Llegaremos a eliminar la muerte
¿Para qué vida?
 
 
 
 
 
 
(Fuente: Los poetas no van al cielo)

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