lunes, 29 de junio de 2020
Donika Kelly (Los Angeles, California, EEUU)
Una cosa muerta que, muriendo, alimenta a lo vivo
He estado pensando en la anatomía
del huevo, en las dos membranas interiores,
la yema sostenida en su lugar por la chalaza, gases
moviéndose a través de la cáscara semipermeable.
Una frase curiosa, la anatomía del huevo,
como si un huevo fuera un cuerpo, que lo es,
como si el huevo pudiera romperse y luego remendarse,
que, dependiendo de tu fe, romperse sí,
¿pero remendarse? Pues. Mejor comenzar
de nuevo, con un cuerpo nuevo, vaciado
de uno más tibio, incubado y convertido.
Mejor comenzar como si algún animal
manipequeño no te hubiera golpeado contra una piedra,
chupado entera la yema rica y dejado
la clara para secarse en el sol, como si una mandíbula
abisagrada no te hubiera tragado entero.
Lo que quería: una práctica que me confirmara
que lo que se ha roto se puede remendar
o, por lo menos, suspender para que no se desparrame.
Pero ahora me pregunto: ¿mejor ser el huevo o la mandíbula
escamosa? ¿La mano pequeña o las moscas, negro botella
con verde, derramando su bilis en lo poco que ha sobrado,
barriendo el interior, tomando hasta dejarlo limpio?
Pienso: algo pudo haber crecido ahí, aunque
sé que siempre fue para ser comido,
siempre fue para echarse a perder.
Trad. María Gabriela Villamizar
(Fuente. Jampster)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario