LA POESÍA Y LA PANDEMIA
Pensaba escribir un poema cada día,
visitar las cuevas donde guardo,
junto a las memorias triviales,
las ideas agarradas al vuelo
apresadas como pájaros humildes
capaces de resistir la humedad,
mi falta imperdonable de tiempo.
Quería bajar con el alpiste, pintarles las alas
darles pareja y descendencia
y entregarlas a la libertad.
Pensaba escribir un poema cada día
pero la vida es un oleaje tenaz
es como el Pacífico de mi niñez
una playa donde no hay tregua
donde el viento se alía con el agua
la hace rodar una y otra vez
ola tras ola la espuma de la cresta
contra la espalda.
Mar agitado
como los días
-no sabe uno qué pasó
cuando la luz vuelve rosa la sombra de la ventana
y hay que encender la luz
y preparar la noche-
Pensaba escribir un poema cada día,
zambullirme en las cuevas,
sacar mis pájaros de las jaulas y
encerrarme con ellos.
No más tiempo en la superficie.
No más tiempo expuesta al deber, al viaje,
a los rostros pidiendo que les explique
la magia que yo misma no entiendo.
Pero hace tiempo que sólo una pregunta
me obsesiona. Es una pregunta con lava,
una pregunta verde con palmeras, con latigazos
de lluvia, con esperpentos y fantasmas
con muertos que quieren salirse de sus tumbas.
Una pregunta con un nombre nahual: Nicaragua,
una pregunta simple, tan simple como
¿por qué?
Pensaba escribir un poema cada día,
mas la pregunta me pesa como plomo en los zapatos,
es la alfombra rota donde en la prisa doy el traspiés y caigo,
es el estruendo del estante que se desploma cuando le pido un libro
es la electricidad que de pronto deja a oscuras la casa.
Todas las noches un país se me mete en la cama
Me abraza y pregunta por qué.
Junio 16, 2020
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