Flor:
Y nosotros que salimos distraídos
de la noche pascual por el membrillo de sus blancos ídolos,
miramos en la mañana el curioso lenguaje de las grúas sobre el regalado paraíso de las casas, sin ver la flor.
es ciega su libido hecha de agua,
luz y tiempo que vuela por el aire disculpable.
Cuando a nosotros llega al cabo de una nostalgia de diez mil años,
a la cremosa duermevela
donde los besos muerden el ímpetu
armonioso de los cuellos,
basta la rencorosa flor
botánica en su jaula de alondras,
barquichuela blanda, carbunclo
poroso apenas al lésbico compás del abejorro.
Basta que apoyada por una eternidad en cada vuelo, que es como la sílaba larga del campanario,
la roja identidad de un colibrí de lino con ojos de pimienta,
su cegadora visión
se enrede y desate en tu sexo.
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