SUITE DE GINEBRA
1
Se ha bebido en su cama
trago a trago
sin copa sin compañía
sin cuerpo
una botella de ginebra perfumosa
la que jamás ha tolerado
y ha pensado en Martí.
Uno piensa en Martí cuando bebe ginebra
sin compañía sin copa
sin cuerpo
escudriñando el techo de su cuarto vacío.
Espantado de todo
asido a una botella que nadie lanzó al mar
única tabla de salvación
hija suya amante suya
se refugia en ella
a quien jamás había amado
y ya no le parece tan intolerable.
Ya tiene fe en el mejoramiento
en la adicción a la ginebra perfumosa
en Martí
en los dos tomos de su poesía completa
ahora solo despojado despejado desnudo
sin su cuerpo
con sus manos aferradas a sí
escudriñando el techo y la vida futura
en el fondo de una botella perfumosa.
2
Uno piensa en Martí cuando llega a Ginebra
sin sacudirse el polvo del camino
y sale a caminar sobre el Ródano sobre el Léman
hacia una convención hacia el podio de Cuba
a los conciertos desconcertantes de la tierra
al clamor de las naciones que se alejan
a los acuerdos que se alejan.
Uno lo ve alejarse.
Luego es un hombre pequeño que regresa
y cruza sobre el río sobre el lago
y se pierde por las calles estrechas
en los efluvios de sus bares
un hombrecito vestido de negro
que compra una botella de ginebra
y se va confundiendo fundiendo
con el vaho y la noche.
3
Uno piensa en Martí cuando llega la noche
y entra a una de sus patrias
o es ella la que viene hacia uno
y nos cubre lo cubre todo
al hombrecito que quizás ahora llore
–no logro precisarlo entre tanta penumbra–
a la botella de ginebra vacía
a la patria intangible
a ti.
4
Solo despojado despejado desnudo
sin su cuerpo
piensa en Martí cuando mira el grabado
de la bella Ginebra que se escapa
la esposa infiel del rey Arturo
que arde por Lancelot
en la pared más alta de su cuarto.
Brinda por ellos
los amantes
por la bella Ginebra
por el rey solitario en su mesa redonda
por el hombre vacío que mira su grabado
por todo lo que en su vida escapa
y te recuerda
y le recuerda a Cuba.
5
Piensa en Martí cuando llega la noche
frente a esta botella vacía de ginebra
que no pudo ni comprar ni beberse
en el viaje que no hizo
el que quizás no haga
a la ciudad en la que él nunca estuvo
sólo sin convenciones sin convicción
en un cuarto sin techo
sin pared donde colgar el grabado de la bella Ginebra
busca su cuerpo a pico de botella vacía
busca tu cuerpo perfumoso en el suyo
busca en tus dos tomos de su poesía completa
y se aferra a su cuerpo con tu mano
con fruición con fricción
a la botella que no pudo
ni comprar ni beberse
pero que es toda suya
y se aferra a su cuello
con fruición con fricción
y se derrama
muy lejos se derrama de fe
en el mejoramiento humano
en la vida futura
en la utilidad de la virtud
y en ti
en ti
en ti
en ti
OTRA PARÁBOLA
No sabe si el instante en que sus manos
entraron en sus manos
sobre su pecho
fue verdad.
No sabe si el instante en que su boca
fue su boca
sucedió.
Sabe que perderá los ojos
cuando vuelva a entreabrirlos.
Sabe que cuando abra sus manos
no estarán en sus manos.
Pero no sabe si cambiará la historia
ni si tendrá palabras.
Las tormentas a veces
llegan sin anunciarse.
Las tormentas se anuncian
y quizás nunca lleguen.
Todo camino es una ingenuidad.
Todo pronóstico es sólo otra parábola.
ADELANTAR LA RAZA
I
Se llamaba Jacinto y era un negro de África el padre de mi abuela
el que casó con Rosa mi bisabuela blanca
la muchacha bonita de largo pelo lacio
la del retrato ovalado en el salón
a la que cada día mi abuela ponía flores blanquísimas.
Del bisabuelo Jacinto nunca vi una foto
no sé si había alguna en un cajón
quizás nunca se retrató.
Tampoco supe si fue esclavo o nació libre.
Tan solo oí decir sotto voce que era un negro de África
que lo negro de la familia venía de él de allá
y que era implacable.
Mi abuela aunque nació
allá en el año 95 y por las selvas del Mayarí
y poco pudo vivir de aquella guerra
se decía mambisa
quizás porque su padre realmente lo fue.
Mi abuela con su piel blanca
sus labios finos su largo pelo negro
nada lacio como el de su madre
pero siempre estirado
siempre recogido
en un moño o una trenza sobre la nuca.
Mi abuela como Cecilia Valdés parecía blanca
casó con hombre blanco hijo de portugueses,
y tuvo diez hijos de todos los colores.
Aindiados de piel canela y pelo negro y lacio.
Aindiados de piel canela y pelo suavemente encrespado
Unos de piel blanca o canela y pasa
Otros de piel cobriza y pelo enano
Unos de piel muy blanca y pelo crespo
y otros de piel muy blanca y pelo lacio.
Todos podían pasar por blancos.
Éramos una familia blanca
con sus pequeñas manchas
pero blanca.
Nunca se habló de raza en la familia
jamás oí la palabra mestizo la palabra mulato
mucho menos la palabra negro.
Hembras y varones escogieron libremente sus parejas
jamás hubo una orden al respecto
nadie arregló un casorio
pero todos se casaron con blancos y blancas.
Estaba sobrentendido.
Había que adelantar la raza.
II
Y la familia se blanqueaba se blanqueaba se blanqueaba
hasta que el galleguito
pelado siempre al rape
llegó a la adolescencia y añoró una melena.
Un buen día regresó de la beca con un peinado afro
ante el escándalo de la familia.
Esto nos delata repetían.
Recibió duras reprimendas
algunos comentábamos con sorna
que se le había desatado la pasión
pero él exhibía orgulloso su espendrú.
Y la familia se blanqueaba se blanqueaba se blanqueaba
hasta que un día la niña rubia como su padre
la de ojos muy azules y luengas guedejas
la mejor muestra del blancor de la familia
la que exhibían como estandarte
notó que sus bucles se hacían rebeldes.
Solo las negras de la cuartería
con su peine caliente y sus tenazas
pudieron desde entonces alisar su cabello.
Eran los bisnietos y tataranietos del abuelo Jacinto.
Así de fuerte era el negro africano.
Le había salido la maldición a la familia.
III
Todas las guerras
de todo los bandos
contra ese descalabro de la humanidad.
Guerra fría contra la mezcolanza de las razas
contra esa oscuridad que solo trae rezagos
y trata de imponerse frente al mundo blanco.
Guerra fría contra la ignominiosa interracialidad.
Guerra caliente de peines y tenazas contra el pelo malo
a riesgo de quemadas afecciones letales pérdidas del cabello.
Guerra química contra el pelo malo.
Días y noches en los laboratorios mezclando y combinando
buscando las fórmulas para un desriz que alise
que imite el cabello de los blancos.
Inversiones enormes para lograr productos prodigiosos
para que todo sea civilizado
para acabar definitivamente con el pelo malo.
Guerra económica contra el bolsillo de los negros
productos casi mágicos
peines tenazas artefactos electrónicos
cursos de gran estilo de alta gama contra el pelo malo.
Sofisticadas peluquerías para el pelo malo.
La queratina milagrosa contra la maldición.
Todo costoso y sumamente caro para el bolsillo de los negros
porque hay que envenenar al pelo malo.
IV
Mi padre iba a casarse con Blanquita
la niña bien tan blanca como él decía su madre.
Pero mi padre se enamoró de Julia Rosa
la más morena de los diez nietos de Jacinto
a la que con todo cariño llamaban La Negra.
Muy pocas veces visité a mi abuela blanca
solo yo acompañaba a mi padre algún triste domingo.
No tuve tiempo de quererla.
Jamás mi madre y mis hermanas visitaron su casa.
Ella jamás nos visitó.
Algunos de mis tíos paternos
fueron amables y cercanos
y sus hijos nuestros primos queridos
pero las tías hembras eran demasiado blancas.
Nunca las visitamos.
Nunca nos visitaron.
No tuvimos tiempo de quererlas.
Mi padre había atrasado la raza
y eso era imperdonable.
Casi en su lecho de muerte,
en un hospital del Mayarí
rodeábamos a mi padre
mi madre mis hermanas y yo
cuando llegaron las hermanas blancas.
Nos saludamos con la cortesía que se saludan los extraños.
Agradecíamos que vinieran a despedirse de mi padre
que tanto añoraba a su familia.
Vi el brillo de sus ojos cuando las vio entrar.
Nos miraban sin discreción alguna
nos examinaban sin pudor.
Éramos el cuerpo del delito
La mácula en su estado inclemente
La maldición que había que increpar.
Pensé que sacarían una cruz de madera para reprendernos
o cruzarían sus dedos ante nuestros diabólicos rostros.
Entonces una de ellas consultó a la otra en voz muy baja
y finalmente como si hubiera sido la única intención de su visita
señalando a mi hermana de piel más blanca
ignorando su tinte rubio
y el perfecto desriz que alisaba su pelo
dieron su veredicto
—esta es la única que salió a nosotras.
V
Tiran de mí por ambos lados.
De una parte los que quieren adelantar la raza.
De la otra los que no quieren que retrasen la raza.
Y siento el mismo miedo
ese miedo ancestral que carcome a ambas partes
el cepo el latigazo el hambre el bocabajo
el destierro el desgaire la orfandad
el no saber ser libre
VI
Aquí estoy
bien atado
de pies y manos
soportando
esperando
que mi cuerpo y sus cuerpos
de un lado y otro
vayan consiguiendo
su mismo y único color.
VII
Si me pelo al rape
pareceré blanco.
Si me paso el peine caliente
pareceré blanca.
Si me afeito la cabeza
pareceré blanco.
Si me recojo el pelo y me pongo una pamela ancha
pareceré blanca.
Si me pelo muy corto
antes de que mi pelo comience a rizarse
tendré pelo enano, como decía mi tío,
y pareceré blanco.
Si me desrizo
pareceré blanca
Si me pongo un pañuelo de pirata
pareceré blanco.
Si me tiño de rubio
pareceré blanca.
Si duermo con una media en la cabeza
pareceré blanco.
Si me hago la queratina
pareceré blanca.
Si me hago la queratina
pareceré blanco.
Pareceré.
¿Pareceré?
***
(Fuente: Revista Altazor)
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